- La España vaciada será la España de los cuñados. Decenas de marcas blancas de la izquierda se alinean para asaltar las urnas, y los cargos, desde la periferia
Frankenstein no habría existido sin su voto. Pedro Sánchez no sería hora presidente del Gobierno. Todo lo decidió el voto de un tipo político casi anónimo, líder de una formación ignota. Tomás Guitarte (60 años, Cutanda Teruel) un arquitecto con estudio en Valencia, larga militancia en el regionalista Cha y líder de un minúsculo conglomerado de provincias apodado Teruel Existe, decidió el destino de España con su respaldo a la investidura del postulante del PSOE. Aquel 6 de enero del pasado año, víspera de la gran jornada, tenía asegurados Sánchez apenas 166 escaños. No alcanzaba la mayoría suficiente para la entronización. Todo pendía del voto turolense. Caso de que en la sesión del 7 de enero, Guitarte hubiera optado por el ‘no’, se habría producido un empate a 166, la investidura habría decaído y se habrían convocado nuevas elecciones. Guitarte, un don nadie con pretensiones, decidió el macht point decisivo de nuestra reciente historia.
«Teruel resiste», proclamaba con fruición el dueño del disputado voto frente a la densa tormenta de amenazas y presiones. Más de 30.000 correos recibió en la semana anterior a la jornada decisiva. Resistió y Sánchez resultó investido por 167 votos frente a 165. Desde aquella singular jornada, poco más se ha vuelto a saber del partido de Teruel. De Teruel, tampoco. Alguna intervención parlamentaria de Guitarte, sin apenas relevancia y menos aún, brillo. Otra campaña de hostigamiento cuando los presupuestos del pasado año, que Guitarte respaldó, faltaría más, a cambio de algún que otro plato de lentejas, y pare de contar.
Teruel hizo historia un día y retornó luego a su triste abandono de siempre. Todavía a principios de este mes, las fuerzas vivas de lugar andaban mendigando la llegada de la banda ancha que con tanta prosapia se les había prometido desde el Gobierno central. Guitarte logró su objetivo, Teruel está a la espera. Como los 18 millones prometidos a Baleares cuando las inundaciones de hace dos años. Como los 20 millones a Palma, enterrada por el volcán, dos meses en lista de espera y sin recibir un euro de los anunciados.
Todavía a principios de este mes, las fuerzas vivas de lugar andaban mendigando la llegada de la banda ancha que con tanta prosapia se les había prometido desde el Gobierno central. Guitart logró su objetivo, Teruel sigue a la espera
Teruel Existe fue un ingenioso artefacto de marketing político, una ocurrencia de pícaro, que tan solo ha cosechado beneficios sus impulsores, con Guitarte al frente. Cuando se recorre la provincia, apenas hay rastro de mejora alguna. Pero la palabra ‘Teruel’ se escucha un par de veces al año en la Cámara de los Diputados y eso compensa todas las esperanzas frustradas, los anhelos marchitos. España es país fecundo en el patrioterismo de aldea, el nacionalismo de campanario, el orgullo identitario y tribal. Todo empeño en mostrarse distinto, y aún superior, al vecino, es iniciativa bien recibida, valorada y hasta votada.
Una gavilla de listillos y oportunistas anda ahora hilvanando una plataforma que aglutine sentimientos ofendidos, espíritus relegados y cantones despreciados, al objeto de conformar una candidatura conjunta de cara a las próximas generales. La España vacía, vaciada, demediada y olvidada levanta la voz. Suena bien. Quieren inventar otro Teruel. Eso suena peor. Hay demasiados guitartes viviendo de las cada día más escuálidas ubres del presupuesto. Al experimento vaciado se han sumado hasta la fecha al menos 150 asociaciones. Una especie de Frankenstein con tractor. «Soria ya», «Levanta Jaén», y hasta ‘Milana bonita’ (sic), de Extremadura, son algunos de los primeros en apuntarse. Un Antonio Sanz lidera el colectivo, al que alguna encuesta le otorga ya 15 escaños en el futuro Hemiciclo. Alguien se pasó con el aguardiente en la tasca de la plaza.
Puede hacer mucha pupa a la derecha en las demarcaciones con menos de seis escaños. Esos restos que, ley D’Hont mediante, antes iban a Cs o a Vox, pasarían a engrosar ahora las filas de los recién llegados
Los del bipartidismo observan el invento con suspicacia y recelo. En el PSOE lo miran con cierta simpatía, dado que nace bajo el signo del precedente de Teruel, tan servil y confortable. El PP tiene claro que se trata de una iniciativa de corte socialista, una especie de marca blanca del PSOE, provinciana y modesta. Los analistas escrutan la novedad y hasta le conceden una notable relevancia. Puede hacer mucha pupa a la derecha en las demarcaciones con menos de seis escaños. Esos restos que, ley D’Hont mediante, antes iban a Cs o a Vox, pasarían a engrosar ahora las filas de los recién llegados. En Génova se les concede entre cinco y ocho diputados, pero su sola concurrencia electoral podría tener un efecto demoledor para el PP si no pasa con claridad de los 130 escaños. Esa media docena de escaños decidirá el nuevo Parlamento y perfilará otro Frankenstein. «La España vacía es un engendro socialista para frenar al PP en regiones como Castilla y León o en provincias como Almería, Jaén, Huesca… donde hay poco escaño a repartir», señalan dede la derecha.
Es la clásica actitud de ese acendrado chauvinismo nacional, breve de entendederas o ansioso de hacerse con algún cargo público y bien remunerado. La España vaciada será la España de los cuñaos
Plutarco se burlaba de quienes pensaban que la luna de Atenas era más hermosa que la de Corinto. Cierto electorado distingue entre la luna de León y la de Zamora. O entre la de Cuenca y Guadalajara. Es la clásica actitud de ese acendrado chovinismo nacional, breve de entendederas o ansioso de hacerse con algún carguito público bien remunerado. La España vaciada será la España de los cuñados. Mismo espíritu que guía a los del bable y los del procés. Xenofobia al granel servida en frascos de diferente tamaño.
El truco de todo esto, el resorte que puede decidir el futuro mapa político nacional, es que hay demasiada gente dispuesta a entregar su alma a estas marquitas electorales que resultan luego una estafa. «Vota a lo tuyo», decían los apóstoles de la pamplina de Teruel. Ante este panorama, alguien debería clamar algo parecido a que le espetó el mozo de escuadra a aquel ofuscado independentista: «Teruel tampoco existe, idiota».