TIEMPO DE AMATEURS

ABC-CARLOS HERRERA

El espectáculo de ayer tarde no es más que un aperitivo de todo lo que nos va a brindar este nuevo tiempo de las cosas

LA democracia española se ve sujeta a varias tensiones. Una de ellas es la que resulta sometida por la idiocia propia del tiempo que nos ha tocado vivir. La temporalidad y la urgencia de los marcadores tiene mucho que ver. El espectáculo de ayer tarde no es más que un aperitivo de todo lo que nos va a brindar este nuevo tiempo de las cosas, tan proteico, tan breve, tan liviano, tan así.

No hay bipartidismo, pero hay bibloquismo. La única diferencia reside en que una parte de los bloques, el que corresponde a la derecha, está menos compactado que su simétrico de izquierda. Ayer Murcia nos dio el ejemplo. La supuesta derecha está formada por los clásicos de la cosa, el PP, el ala nacida con vocación de mariposa y el núcleo surgido de la ingesta de mucho café sin azúcar. Los populares pasan por la larga marcha derivada de sus años de gobierno en plena crisis y sus propios excesos, las alas de la mariposa supuestamente centrista se abren y cierran en virtud de vientos extraños e imprevisibles y los del café cargado son difícilmente previsibles, sobre todo cuando se enfadan.

Ayer Vox impidió, por ejemplo, el nombramiento del presidente de la Región de Murcia al estilo de como se produjo la llegada al poder de Moreno Bonilla a la Junta de Andalucía. No hacía falta ser un visionario para darse cuenta de que, antes o después, eso podía pasar. Las tensiones referidas venían a

cuento del hartazgo de la gente de Abascal a que de ellos se quisiera solo su voto y no su condición, es decir, a que hicieran el papel de tontos del baile. Cuando eso pasa más de una vez se corre el peligro de que alguien estalle y las cosas no salgan bien.

No conviene olvidar que Villacís es vicealcaldesa de Madrid o Marín, vicepresidente de la Junta de Andalucía gracias a los votos de Vox y que los poseedores de todos esos votos quieren que al menos no se les considere apestados de la política. Ciudadanos, la mariposa imprevisible, antes o después se iba a ver obligado a demostrar mediante un gesto, cualquiera, que mostraba respeto escénico por quien les garantiza acceso a no pocos cargos institucionales: la ocasión ha llegado en Murcia, y no ha consentido siquiera la verbalidad de una simple imagen, darse la mano, sentarse en una mesa, mostrar no excesivo asco por los votos que le van a llevar a la administración de las cosas en una Región que, claramente, ha manifestado en sus votos que quiere un gobierno de entendimiento derechoso, o cuando menos no socialista.

Sin embargo, el creer que no se tiene nada que perder, sino mucho que ganar, ha hecho que la gente naranja no haya cedido y haya considerado que lo mejor es exigir votos pero no conceder gestos de ningún tipo. La consecuencia es el bloqueo de una Región particularmente sensible. Pero la lectura va un poco más allá: es el anuncio de que uno de los bloques, el de la derecha, o el liberal conservador, no tiene viabilidad inmediata mientras no se agilicen ciertos trámites. Los populares están atrapados entre dos realidades de difícil mezcla y serán las víctimas de la idiocia a la que me refería líneas arriba: la campaña desatada desde la izquierda ha conseguido inocular el virus que hace imposible la fusión en el bloque que una populares, naranjas y gente de Vox. Sánchez convenció a Macron, el francés se metió donde no debía, pero sus palabras fueron eficaces: la pata supuestamente centrista renqueó y el ejemplo andaluz no ha vuelto a ser fácilmente repetible. Que la Comunidad de Madrid tome nota de lo ocurrido temporalmente en Murcia. Y que la propia España en su conjunto se prepare también para la levedad de un tiempo protagonizado por amateurs.