Para llegar a Ajuria Enea, Patxi tendrá que resignar la vocación última de los socialistas, gobernar con el nacionalismo, que es lo que llaman piadosamente transversalidad. No parece difícil que consiga el apoyo de los populares. Bastará con que disimule su desprecio y les ofrezca alguna recompensa menor; la Diputación de Alava, quizá. Si el escaño de UPyD es necesario, tendrá que pactar con Rosa Díez, un calvario.
No sabemos si la artimaña de Ibarretxe al hacer coincidir las elecciones vascas con las gallegas ha tenido algún efecto, pero, en todo caso, no ha sido suficiente para hacerle llegar a la mayoría absoluta, ni con el tripartito, ni con el cuatripartito.A salvo de últimos ajustes con los restos, la oposición al nacionalismo gobernante supera la mayoría absoluta: en Galicia, el PP; en Euskadi, la suma de los partidos constitucionalistas.
Pérez Touriño ha pagado en las urnas su incapacidad política, su pacto con el nacionalismo y la adopción de las políticas del BNG en materia lingüística, así como su afición a los gastos suntuarios en tiempo de crisis. El Gobierno de los socialistas en Galicia ha vuelto a ser flor de una sola legislatura. En septiembre de 1987, Fernando González Laxe planteó una moción de censura al popular Xerardo Fernández Albor con el apoyo del tránsfuga Xosé Luis Barreiro. A los gallegos no parecen gustarles las fantasías en materia de alianzas y la de Laxe y Barreiro dio al PP en las elecciones de 1990 mayorías absolutas durante los 15 años siguientes, hasta 2005.
Las elecciones vascas dan a Patxi López la posibilidad de ser el lehendakari para la legislatura que ahora empieza. Con toda seguridad va a presentar su candidatura, aunque es pronto para saber si lo va a hacer a cuerpo gentil, sin negociar su programa de gobierno con sus posibles socios: el PP y UPyD. No parece muy predispuesto a negociar, a juzgar por algunas expresiones recientes, pero la necesidad hace milagros. Por la cuenta que le tiene, deberá actualizar sus mensajes de campaña. Donde dijo: «No acompañaré al PP, que es antinacionalista y antisocialista», bien puede decir: «Me dejaré acompañar muy gustoso por los escaños del PP, que, afortunadamente, son mucho más antinacionalistas que antisocialistas, porque me van a hacer lehendakari» o «hay qué ver cómo me cunde el tiempo; hace un par de días había un abismo insondable entre Rosa Díez y yo y estoy a punto de salvarlo gracias a un cursillo de pontonería por correspondencia que acabo de terminar brillantemente».
Estos resultados no son los que habría deseado Zapatero. Rajoy ha salvado en Galicia el problema que le hubiera supuesto perder, y la llegada de los socialistas a la Presidencia del Gobierno vasco se la van a deber a él. Tampoco probablemente Patxi, pero para llegar a Ajuria Enea tendrá que resignar la vocación última de los socialistas, gobernar con el nacionalismo, que es lo que llaman piadosamente transversalidad. Habría sido posible si hubiese superado en escaños a Ibarretxe. Este habría abandonado para posibilitar un gobierno de coalición PSE-PNV, como en el 86, pero con Patxi de lehendakari. Con estos resultados, no parece muy difícil que consiga el apoyo de los escaños populares para la investidura. Bastará con que pula un poco sus maneras, disimule su desprecio y les ofrezca alguna recompensa menor; la Diputación de Alava, quizá. Si el escaño de UPyD es necesario, como parece a la hora de escribir esta columna, tendrá que pactar en términos políticos con Rosa Díez, un calvario. A veces, la vida nos pone en estas tesituras.
Santiago González, EL MUNDO, 2/3/2009