Patxi López reconoce que no comparte la idea de que Sortu es lo mismo que ETA. ¿La doctrina de Zapatero sobre las dificultades que va a tener Sortu para legalizarse mientras exista ETA, pues, se convierte en papel mojado? Los socialistas no pueden manejar dos discursos en un tema tan delicado.
Ni el temblor de la tierra en el continente asiático ni la explosión de la central nuclear japonesa ni el tsunami en el Pacífico acaparan tanto el debate político en Euskadi como la legalización, o no, de la nueva franquicia de la izquierda abertzale, BatasunaSortu. Otra cosa es el interés de los ciudadanos, apesadumbrados por los aprietos de la inseguridad económica. Pero el debate político en la comunidad vasca no se mueve de las mismas coordenadas desde hace mucho tiempo.
Seguramente si las fuerzas democráticas tuvieran más elaborado un discurso sin fisuras, la cuestión quedaría en manos de los jueces y no habría más que hablar hasta conocer la sentencia. Pero la habilidosa terquedad del entorno político de ETA ha logrado que todos, pero todos, hayan entrado a la muleta. Unos con prejuicios: ¿a qué ideología representa el ponente del Tribunal Supremo? Otros, con apuestas. Egibar ya tiene la suya. Sortu estará en las elecciones como «opción legal, democrática y legítima». El burukide ya ha juzgado sin esperar el veredicto del alto tribunal en el que, como muchas veces ha dicho, no cree.
Y todos se meten en el charco creyéndose que apelando a la idea de dejar actuar a la Justicia está todo resuelto. Pero no. Porque su credibilidad va bajando enteros a medida que no se aplican el cuento que predican. Se va enredando la madeja y las presiones sobre los jueces se hacen cada vez más notorias. Los juicios paralelos están a la orden del día. Los aprendices de magistrados convertidos en analistas, tertulianos y, por supuesto, políticos, forman parte de la orquesta de la presión electoral que ya había imaginado Rubalcaba hace un par de meses. Fue entonces cuando dio la voz de alarma. El vicepresidente avisó temiéndose lo peor: «a medida que vayamos avanzando hacia el fin de la violencia será más difícil mantener la unidad de los demócratas y será también más necesaria que nunca».
Pero cuando se cruza la reclamada unidad con el tiempo electoral, el consenso democrático pasa a segundo plano, los pactos sostenidos en torno al respeto constitucional y la deslegitimación del terrorismo dan la impresión de cierta flaqueza y al final, siempre aparece el juego de posibilidades, el cambio de pareja o las geometrías variables. Todo es tan posible y la desconfianza tan palpable que la ceremonia de la confusión ha empezado a dejarse ver, nada menos que en torno a Batasuna y sus marcas electorales. Contradicciones que afloran en los actos de campaña.
Ni siquiera se ha librado la izquierda abertzale, que se ha quedado afónica desde que el profesor Zabaleta se vio en algún aprieto en su segunda conferencia de prensa en Madrid. Sortu comunica, ya por escrito, su rechazo a los planes del comando detenido de atentar contra el lehendakari, pero su portavoz ‘estrella’, Txelui Moreno, niega la mayor diciendo que no se cree nada y que, por lo tanto, no hay que rechazar nada. ¿En qué quedamos? ¿Tocaba abrir la línea de distracción sobre la supuesta práctica de torturas y la presión ha sido tan elevada que en Sortu han querido dar un paso más y, por poco, les dejan fuera de la foto?
El lehendakari, Patxi López, reconoce que no comparte la idea de que Sortu es lo mismo que ETA. ¿La doctrina de Zapatero sobre las dificultades que va a tener Sortu para legalizarse mientras exista ETA, pues, se convierte en papel mojado? Los socialistas no pueden manejar dos discursos en un tema tan delicado. Y lo saben.
El PP observa esos síntomas de debilidad electoral mientras inicia los ritos de intercambio con otras fuerzas políticas. Mariano Rajoy se reunirá en los próximos días con Iñigo Urkullu. Con esa, serán tres los encuentros mantenidos entre el presidente del PP y el de los nacionalistas vascos. Sin alevosía ni puenteos. El líder de los populares vascos está al corriente de los movimientos de Génova que afectan al País Vasco y las reuniones entre el PNV y el PP al más alto nivel dejan una puerta abierta a futuras alianzas.
Con las encuestas en la mano que dan a los populares una victoria tan holgada si se celebrasen ahora las elecciones legislativas, no se descartan movimientos en clave de futuros pactos. En tiempos de Arzalluz ya funcionó. En el fondo, son posibilidades que se formulan ahora, desde los partidos implicados, como aviso a los socialistas para recordarles que no son ellos los únicos invitados posibles a la fiesta post-electoral. Las alianzas hay que ganárselas. Por eso se producirán reuniones en una dirección y su contraria. Y muchas de ellas no tendrán que pasar, obligatoriamente, por Batasuna S.A. El deshielo entre el PP y el PNV podría empezar a notarse en la política parlamentaria. Más que una contradicción, parece una necesidad.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 14/3/2011