EL CORREO 11/11/13
TONIA ETXARRI
· «El PSOE ha vuelto», según Rubalcaba, que no precisa hacia dónde se dirige
No quiso decir adiós. Pero la arenga de Rubalcaba, a los demás, les sonaba a despedida. No por propia voluntad, sino porque sus compañeros, incluso quienes han constituido hasta ahora su círculo más incondicional, han acabado por reconocer que quien lleva más de veinte años en la cabina de mando no puede reivindicarse como piloto de la renovación. Así es que, independientemente de sus planes inconfesables, cualquier mensaje o gesto de Rubalcaba se interpretaba ayer en clave del fin de un ciclo. Su agradecimiento a quienes, como Ramón Jáuregui, se han dejado la piel en la preparación de la conferencia y a los que no se les permitió dirigir unas palabras al plenario. O las propias ovaciones se interpretaban como un gesto de gratitud a quien ya no puede seguir pilotando una nave que necesita de una reforma en profundidad porque está llena de vías de agua.
El aplauso más prolongado, cuando fijaba los mensajes contra la derecha, que destruye, mientras «la izquierda construye», adornaba el epílogo de estos dos años de oposición en los que el PSOE no ha sido capaz de atraer y movilizar, ni siquiera con la baza de la corrupción de Bárcenas, a esos casi cuatro millones de votantes que le abandonaron a su suerte en noviembre de 2011. Se lo van repitiendo las encuestas con la misma insistencia con la que Rubalcaba se ha quedado predicando en el desierto de un electorado que necesita saber la dirección exacta hacia donde se dirige la alternativa al Gobierno del PP.
La rebelión de las baronías había provocado tanto ruido previo a la celebración de la conferencia que Rubalcaba terminó por ceder a la presión de buena parte de sus compañeros admitiendo que la carrera de las elecciones primarias se iniciará oficialmente en diciembre para librarse en julio de 2014. Sólo así la presidenta de la todopoderosa federación andaluza le echó una mano frenando a los impacientes como Patxi López, García Page, Eduardo Madina, Carme Chacón, o Tomás Gómez, que no querían dilatar más el proceso de renovación del liderazgo tan endeble. Pero a nadie se le escapa que la batalla por la sucesión seguirá su curso interno a partir de esta misma mañana. Una carrera a la que se incorporará el presidente de Asturias, el veterano Javier Fernández, que se ha visto muy arropado este fin de semana por buena parte de sus compañeros.
Están los socialistas en tiempo de descuento. Cada uno de los aspirantes a llenar ese vacío de liderazgo que reconocía hace días el propio Felipe González, tiene sus plazos, personales e intransferibles. Para Susana Díaz, por ejemplo, que entusiasma a quienes están reclamando un discurso claro y sin complejos con su GPS orientado hacia «un proyecto común y solidario que se llama España», es todavía demasiado pronto. Tiene, primero, que ganar sus propias elecciones. Para Patxi López, sin embargo, cada día que pasa se le antoja una pérdida de tiempo porque necesita capitalizar su experiencia como lehendakari y hace ya un año que dejó de gobernar en Ajuria Enea. A Eduardo Madina le van «brotando» los apoyos. Y a Carme Chacón le perjudica la lejanía transoceánica.
Mientras tanto, Rubalcaba hablando del futuro sin cuestionar el presente ni acordarse de su pasado. Sin decir que se va y poniendo más énfasis en el eslogan de la unidad como un logro de esta conferencia, porque antes de la reunión, el PSOE rozó una crisis que pudo considerarse irreparable en el momento en que el PSC abrió una brecha con el llamado derecho a decidir y los veteranos empezaron a reclamar que cada cual fuera por su lado.
No han querido abordar su posición frente al desafío soberanista del nacionalismo catalán porque no mantienen una actitud clara ni unívoca. La reforma constitucional de corte federal, además, no suscita los consensos necesarios. Por eso ayer Rubalcaba sólo se pudo permitir decir en público a Pere Navarro que «queremos a Cataluña con nosotros. Somos socialistas, no nacionalistas».
El PSE se aferraba a la frase talismán de Rubalcaba. «El PSOE ha vuelto» enfatizaban, convencidos de que estaban dando un titular. Pero saben que los discursos feministas, igualitarios, los guiños republicanos, la reivindicación de un Estado «más laico», la promesa de recuperar el sistema público de las pensiones (que subió Zapatero y que las tuvo que congelar por mandato europeo) suenan bien entre su electorado pero no lo movilizan. El último CIS de otoño refleja una recuperación de la participación ciudadana en las próximas elecciones, pero el PSOE no se beneficia de ese fenómeno, al contrario, tiene que soportar la peor intención de voto desde que está en la oposición.
Piensa movilizar, ya no a los desencantados sino a los indecisos, diciendo que los socialistas quieren «reconstruir las relaciones territoriales». El PSOE ha dado un golpe de efecto proyectando una imagen más formal que real. Pero, a partir de hoy, tiene una tarea hercúlea que afrontar. En los dos años que quedan de legislatura, además de elegir un nuevo capitán de barco, está obligado a recuperar ese valor intangible que es la confianza social. La presión de Izquierda Unida y las plataformas inorgánicas de jubilados, desahuciados y jóvenes desempleados le obligarán a radicalizar el discurso. Pero ayer Rubalcaba citó las negociaciones de los socialdemócratas con Ángela Merkel para formar un gobierno de gran coalición. ¿Estaba dando una pista de sus preferencias? ¿O apostarán por competir con el PP polarizando el cuerpo electoral entre derecha e izquierda? La incógnita es saber si los ciudadanos estarán en esa clave a medida que se vaya superando la crisis.