Pedro García Cuartango-ABC

  • Gorgias se hubiera quitado el sombrero. La aporía de Beatriz Corredor es mejor que la de la tortuga y Aquiles

En el diálogo ‘Gorgias’ de Platón, el filósofo ateniense Calicles le dice a Sócrates que la verdad no importa, de suerte que, si se empeña en sostenerla, acabará por perder la vida. Anticipándose muchos siglos a Nietzsche, Calicles afirma que son los fuertes y los poderosos quienes tienen derecho a establecer la verdad.

En el inicio del diálogo, Sócrates alega que la retórica debe estar al servicio de la justicia y los valores morales. El sofista Gorgias impugna su tesis y señala que el fin de la retórica es la persuasión con independencia de lo que se defienda. Gorgias no era un cínico. Creía que la única realidad es la de las palabras sin la posibilidad de conocer el sentido último de las cosas.

Discípulo de Empédocles, Gorgias fue el inventor de la reducción al absurdo, según señala Giorgio Colli. Uno de los ejemplos de este tipo de razonamiento es su afirmación de que nada existe y que, si algo existiera, no podría ser conocido por el hombre. Por tanto, nada puede ser expresado con el lenguaje más allá de la lógica de las palabras.

Calicles y Gorgias eran unos relativistas que argumentaban que el lenguaje tiene un sentido instrumental. Lo bueno y lo malo es una mera cuestión de punto de vista. Y, como sostenía Zenón de Elea, también el espacio y el movimiento son puras ficciones de la mente. Este discípulo de Parménides intentó demostrar que Aquiles jamás podría alcanzar a la tortuga con un razonamiento teóricamente inatacable pero falaz.

Los sofistas fueron unos visionarios que, a pesar de su mala fama, fueron los primeros en subrayar que no es la realidad la que configura el lenguaje, sino que es el lenguaje el que crea la realidad, una intuición que no se aparta mucho de la filosofía de Wittgenstein y de Donald Trump. Las palabras son las cosas y no al revés.

Este debate que tuvo lugar en Atenas en el siglo V antes de Jesucristo recobra actualidad en el momento político que estamos viviendo en España. Se me ocurren decenas de ejemplos, pero sólo pondré uno: las declaraciones de Beatriz Corredor, presidenta de Red Eléctrica, cuando aseguró que no sabe las causas del apagón, pero que no se volverá a repetir. Gorgias se hubiera quitado el sombrero y Zenón se habría sentido superado por esta brillante paradoja. La aporía de Corredor es mejor que la de la tortuga y Aquiles.

La aporía es un enunciado que expresa algo que contraviene la razón. Pues bien, nuestra política está hecha de aporías, que es la figura dominante en los discursos de los dirigentes de los partidos. Hemos vuelto al tiempo de los sofistas, pero, como decía Marx, la historia se repite ahora como farsa. Al menos los diálogos platónicos sobre la retórica y el pensamiento de Gorgias, Calicles y Zenón tenían una altura intelectual que brilla por su ausencia en el triste presente.