Santiago González, EL MUNDO, 8/10/11
Ayer durante la celebración del 75 aniversario del primer Gobierno vasco de la historia, el lehendakari Patxi López, que hace el número cinco entre sus homólogos –y ya se sabe que no hay quinto malo–, dijo que su gobierno vive «asido a la esperanza de un nuevo tiempo de paz y libertad». Enfatizó que vive un nuevo tiempo al dejar «atrás» el pasado más terrible, el de la violencia terrorista que quería imponer su proyecto totalitario.
Hay en las palabras del lehendakari una cierta disfunción. «Asido a la esperanza» es una expresión que sitúa al Gobierno en la metáfora del náufrago agarrado al madero que flota. Uno preferiría ver al Ejecutivo soplando las velas de la esperanza, otro optimismo, otra cosa. Debería ser el Gobierno el que impulsa esa esperanza. Si estamos viviendo ya el nuevo tiempo, no tiene mucho sentido que sigamos hablando de ello; si ya ha quedado atrás, no estamos obligados a hacer nada. Especialmente promesas.
Es una cuestión extraordinaria ésta. El lehendakari y el ministro del Interior, con el refuerzo del ministro de Presidencia han incorporado al debate político la cuestión del fin de ETA. No el candidato, ojo. Rubalcaba, que ha hecho una buena gestión en la lucha policial contra el terrorismo en su segunda legislatura, no está diciendo ni mú, lo que da verosimilitud a la idea de que no quiere incorporar a ETA como tema de campaña. El pacto de Gobierno que sostiene a López en Ajuria Enea no fue suficiente para explicar a su socio su hoja de ruta. ¿Pone en peligro esto el acuerdo? No parece que Basagoiti vaya a distraer a su peña anunciando una ruptura antes del 20-N. Pero puede ser un intento de condicionar la política más allá de lo razonable. Si el PP rompe al llegar al Gobierno una estrategia que no se le ha consultado, ¿cómo reaccionarían los socialistas ante un eventual atentado?
ETA parece en situación terminal, es vox populi, pero hay que establecer dos salvedades: que no lo ha dicho y que aún en estado agónico tiene peligro, como el toro que le partió el corazón al Yiyo. El primer asunto debería provocar cierta inquietud. ¿Recuerdan aquellos informes de verificación de Rubalcaba en la tregua anterior? Iban acompañados de acciones que el Gobierno llamaba «de consumo interno». Inadecuadamente, tal como se vio. Una organización que prepara su rendición va preparando a su peña para recoger los trastos con el fin de que nadie se llame a engaño. ETA, tan débil como ustedes quieran, no ha anunciado ningún propósito de rendición. ¿Por timidez, quizá, por un ataque de modestia que le hace ceder la portavocía de la buena nueva a los mediadores internacionales –contarlo vosotros que os explicáis mejor y habláis idiomas–? No descartemos la posibilidad de que cultiven calladamente la voluntad de rendirse como un último favor a este presidente que tanto ha hecho para terminar por las buenas con esta lamentable y vieja historia. Según contaba el presidente en entrevista a El País el 14 de enero de 2007, los familiares de las víctimas de la T-4 le decían llenos de empatía: «Pero cómo le han hecho esto a usted, que hizo un proceso de paz». Si ya estamos en el nuevo tiempo, no hablemos de la bicha vieja. No la toquéis más, que así es la cosa.
Santiago González, EL MUNDO, 8/10/11