¿Qué es el aznarismo? Esperanza Aguirre se sonríe. «Algunos dirán que son los enemigos de Rajoy, pero yo creo que es otra cosa. El aznarismo serían los principios y valores que nos llevaron a ganar las elecciones en 1996 y a lograr la mayoría absoluta en 2000. Esto es, el imperio de la ley, la libertad, la defensa de la propiedad, la bajada de impuestos, la lucha contra el terrorismo…». ¿Y está vivo en el PP? «Todos estamos encantados de habernos librado, de momento, de Podemos y de Pedro Sánchez».
Hace dos semanas, un sondeo de El Español sostenía que un partido fundado por José María Aznar aglutinaría hasta 3,5 millones de votos, una cábala con poco fundamento considerando que el ex presidente del Gobierno no tiene inconveniencia en repetir una y otra vez que no tiene intención de fundar partido alguno. Algo de lo que ya había advertido Pablo Casado tras la publicación de la encuesta: «No me imagino a Aznar fuera del PP porque es su casa». Aguirre coincide. «Él nunca haría nada en contra de su partido ni el partido haría nunca nada en su contra». Tampoco sería lo aconsejable, como indica Jaime Miquel, sociólogo de referencia en nuestro país y autor de La Perestroika de Felipe VI. Es verdad que gran parte de los votantes del PP ven al ex presidente como una referencia, «pero siempre dentro del Partido Popular, porque lo único que conseguiría con un nuevo partido sería dividir aún más a la derecha».
Este análisis coincide con el de Iván Redondo, consultor político y fundador de Redondo y Asociados. «Por supuesto, la estrategia más acertada sería desde fuera del PP y no con otro partido, dada la pésima experiencia de Suárez con la escisión del CDS de UCD. Es mejor consolidar una corriente de opinión que dividir una vez más a la derecha. Faes puede ser una herramienta poderosa para agrupar electores del PP, pero también a liberales que se han ido a Ciudadanos. Y con esa fuerza condicionar al PP que viene».
El aznarismo, parece, tiene futuro. Al menos demoscópico. Redondo es muy optimista al respecto.
«Hay un fondo social entre votantes del PP que demandan un liderazgo más ideológico para la nación frente a ese peronismo técnico que representa Unidos Podemos».
Algunas voces críticas con Mariano Rajoy piensan de manera idéntica, si bien defienden que el aznarismo debe esperar tiempos más convulsos para la renovación del PP. Lo único, dicen, que realmente mantiene al PP unido es que Mariano Rajoy está en el poder.
En la vida, sin embargo, pasan muchas cosas. «Y en la vida política muchas más», remata Aguirre. «Pocos se acuerdan de cómo estábamos hace un año después de las elecciones del 20 de diciembre. El PP había perdido un tercio de sus electores (7,2 millones frente a los 10,2 de 2011) y era posible que el PSOE formara Gobierno con el apoyo de Podemos. Afortunadamente, la arrogancia de Pablo Iglesias, que no quiso apoyar a Sánchez porque pensó que podía ser presidente, nos llevó a otras elecciones».
El 26 de junio el PP logró remontar hasta los 137 escaños, casi ocho millones. Nadie, salvo Génova, lo esperaba. Los sondeos habían pronosticado un espectacular ascenso de Unidos Podemos. Al día siguiente de las elecciones, José María Aznar tenía previsto inaugurar unos cursos de Faes en El Escorial. Pocos lo saben, pero el ex presidente creyó las encuestas y había preparado una dura –«durísima, en su línea»– intervención. Finalmente, no tuvo más remedio que felicitar a Rajoy y expresarle su apoyo.
Cuentan que el presidente del Gobierno sintió un gran alivio cuando el pasado 20 de diciembre Aznar renunció a la Presidencia de Honor del PP. Se lograba así, o eso creían algunos, cierta paz tras la ruptura de Faes con el partido y meses de indirectas directísimas (la mayoría a propósito de la política fiscal del Gobierno), además de algún que otro reproche doloroso: «Rita Barberá ha muerto habiendo sido excluida del partido al que dedicó su vida».
El lunes, junto a María San Gil, Aznar volvió a censurar la actuación del Gobierno de Rajoy, incluida la salida de la crisis, el tan reivindicado milagro.
En el fondo, pese a la buena voluntad de algún vicesecretario por mediar entre ellos, Rajoy y Aznar representan dos concepciones antagónicas de lo que debe ser el centro derecha. Por un lado ese marianismo que quiere consolidar el PP como un partido institucional, de «valor refugio ante la incertidumbre», más indefinido; y por otro lado, lo que parece ser el aznarismo: un partido más ideológico, sin complejos, movilizado y orgulloso.
Pero, ¿cuál sería el futuro? «A corto plazo [el congreso del PP se celebrará en tres semanas] gana el marianismo, pero a medio, es evidente que el aznarismo, la definición ideológica del centro derecha, se impondrá. Como lo hace en Francia, por ejemplo, con Fillon. Eso es lo que activará Faes y es lo que puede dirimir quién será el líder del PP después de Rajoy», insiste Redondo.
Un miembro del PP cercano al presidente del Gobierno ríe. «¿El aznarismo? Eso de que somos maricomplejines (un término acuñado por Jiménez Losantos) y que Rajoy es un tibio está muy bien pero… ¿No fue Aznar el que impidió que se pusiera en marcha un recurso en el Constitucional contra la Ley de Política Lingüística [que permitió la inmersión lingüística en Cataluña] de 1998? Menos lobos».