Ignacio Camacho-ABC

Hay en Barajas un limbo territorial, un espacio abstracto donde el Gobierno no reconoce la soberanía del Estado

Ha acertado el Ministerio de Exteriores al denunciar, aunque con dos años de retraso, la aspiración de Argelia de apropiarse por la vía de hecho de aguas territoriales de la isla de Cabrera. La protesta certifica que el Gabinete Sánchez conoce con exactitud la dimensión y el alcance de nuestras fronteras, asunto del que cabía dudar tras la visita de la vicepresidenta de Venezuela. Porque a tenor de las explicaciones oficiales, Delcy Rodríguez no estaba en España cuando su avión se posó en Barajas, ni cuando ella misma puso pie en tierra, ni cuando la aeronave penetró en la vertical aérea del país tras dar un rodeo para evitar la prohibición que sí le habían impuesto las autoridades portuguesas. Todos

esos espacios constituyen, al parecer, un limbo jurídico o diplomático donde según la teoría gubernamental no rige la soberanía del Estado pese a las taxativas definiciones del Tribunal Constitucional y la jurisprudencia europea sobre las llamadas zonas de tránsito. Lo que vendría a significar que el cielo y el suelo españoles son entes o conceptos abstractos que empiezan y terminan donde decida el ministro Ábalos.

Ésta podría ser una discusión bizantina que, como sostiene Carmen Calvo, no interesa a nadie. Sin embargo hay en el Delcygate otros aspectos mucho más importantes cuyo esclarecimiento continúa pendiente de respuestas razonables. Por ejemplo, quién y por qué autorizó el aterrizaje. O el contenido del desmesurado equipaje que retiró en la pista un vehículo de la embajada. O si la mandataria caribeña fue invitada -¿por quién y para qué?- o decidió por su cuenta cómo, cuándo y dónde podía permitirse una escala. O la razón de que hubiese un montón de policías y agentes del CNI esperándola, o de que Ábalos negara primero el encuentro, después la charla y por último se enrocase en que nada de lo hablado tuvo importancia. O las presiones, amenazas y represalias a los testigos para que mantengan la boca cerrada. En resumen: qué demonios vino a hacer la lugarteniente de Maduro en España justo en vísperas de que el Gobierno cambiase de posición sobre la crisis venezolana. Hay casualidades tan oportunas que más que efectos parecen causas.

Como nada estimula más la curiosidad que un secreto, la prensa independiente y la oposición no van a soltar presa por mucho que dure el ninguneo. Se pudo ver ayer en la sesión ordinaria del Congreso. Debate sobre economía, y salía Delcy a relucir. Pregunta sobre Cataluña: Delcy. Abusos de menores en Baleares: Delcy. Las dichosas maletas, la declaración del vigilante ante notario, la orden judicial de conservar los vídeos del aeropuerto. Delcy, Delcy, Delcy: guerra de nervios. El Ejecutivo entero agazapado bajo la consigna de silencio, tratando de ganar el pulso por aburrimiento. Es el principio de transparencia democrática lo que está en juego. La consideración de la verdad como un derecho.