Alberto Ayala-El Correo

Si algún político tiene claro que el fin justifica los medios ese es Pedro Sánchez. No es una excepción, un caso único, pero sí uno de sus referentes más notables. Y es que si tras escuchar las exigencias del huido –que no exiliado– Puigdemont para apoyar la investidura del líder del PSOE el mensaje que transmiten los actuales inquilinos de Moncloa es de optimismo, de que el acuerdo es más que posible, todo está claro: se está dispuesto a aceptar cualquier exigencia para conservar el poder. Y ERC, EH Bildu, PNV y BNG se frotan las manos desde ya. La demanda estrella del fugado de Waterloo y los suyos se llama amnistía. Bueno, y que Fiscalía y Abogacía del Estado dejen de hacer su trabajo contra quienes vulneraron las leyes en el fallido ‘procés’. Luego, en una segunda fase, un mediador internacional y la convocatoria de un referéndum ¿imposible? para que los catalanes voten su independencia.

Y Sánchez y su, por ahora, nutrida cohorte de fieles tan contentos. Que Felipe González levanta la voz, da igual. Total, un ‘jarrón chino’ que ya no se sabe si sigue siendo socialista. Que lo hacen Alfonso Guerra, Ramón Jáuregui, Jordi Sevilla, Virgilio Zapatero o Nicolás Redondo. Menos aún: expolíticos jubilados.

La Constitución no se refiere expresamente a la amnistía, a diferencia de las de otros países europeos. Sí prohíbe los indultos generales. La mayoría de los catedráticos de Derecho Constitucional que se han pronunciado consideran que no tiene encaje legal. Pero también los hay que opinan lo contrario. Si el PSOE, Sumar y todo el independentismo mesetario aprueba esa ley en el Congreso –que luego tumbará el Senado donde el PP tiene mayoría, pero que el Congreso volverá a ratificar en última instancia– la última palabra quedará en manos del TC.

Con el paso que está a punto de dar el PSOE de Sánchez se deja al Estado con las vergüenzas al aire. Porque un indulto perdona a quienes han transgredido una ley, pero la amnistía borra los delitos y viene a decir que quien estaba equivocado era el Estado. Eran el propio PSOE y el PP cuando decidieron aplicar el artículo 155 de la Constitución a Cataluña y suspender su autonomía.

El Poder Judicial español ha cometido errores. De hecho, ningún país europeo ha accedido a extraditar a Puigdemont. Posiblemente también excesos. Pero una amnistía resulta cualquier cosa menos tranquilizadora si tenemos en cuenta que el expresident acaba de decir que no reniega de la vía unilateral. Que no descarta volver a las andadas y saltarse las leyes para desgajar a Cataluña de España.

Se puede desear un nuevo Gobierno progresista. Pero canjear una investidura por una amnistía parece demasiado, amén de su probable ilegalidad. Comprensible el contento del independentismo ante el horizonte que se le abre: una legislatura a golpe de exigencia diaria si Sánchez quiere resistir en Moncloa. Mientras, el PSOE sigue debilitándose internamente de manera peligrosa. ¿Repetir en el poder a semejante precio y hacer una política muy social lo cura todo? La victoria del PP en julio demuestra que no. Un PP cuyo líder, Feijóo, no sabemos qué tal presidente hubiera sido, pero que sigue dando muestras de debilidad como probable líder de la oposición.