Tierra, tierra

EL CORREO 02/12/13
MAITE PAGAZAURTUNDÚA

El programa Erasmus está dando muchos quebraderos de cabeza y de comunicación. Hace un año, la comisaria europea de Educación, Juventud y Cultura, Androulla Vassiliou, anunciaba la grave situación del programa. Este año se ha refundado como los programas informáticos y se le ha llamado ‘Erasmus +’. Anuncian mucho más dinero para que los chavales estudien fuera de su país hasta 2020 y la reorganización de los Leonardos, Erasmus y otros programas de intercambios individuales o de organizaciones.
Los comisarios europeos no son reconocibles ni cuando nos ajustan las cuentas, así que a la de educación creo yo que no le solemos poner cara. Lo raro, lo muy raro, es que se nos presentó en carne mortal la semana pasada con un artículo de opinión en muchos periódicos regionales para explicarnos el programa este que lleva el plus como signo de renovación. Yo no sé si no se fiaba la comisaria de cómo relatan los datos desde el Ministerio de Educación, pero por curiosidad, me asomé a sus palabras.
Entre la farfolla buenista que este tipo de artículos destilan resultaba sorprendente encontrar que la comisaria y la coautora del artículo expresaran una preocupación palpable, no retórica, ante el aumento de posiciones xenófobas, nacionalpopulistas o antieuropeas rabiosas y antisistema. Y que pensara en la necesidad de que los jóvenes se curaran de dogmatismos ideológicos dulzones y peligrosos.
Y es que está sucendiendo en muchos lugares donde el sistema político no responde. Y pensé en Grecia, y pensé en Hungría. Jóvenes envenenados con el nacionalismo antidemocrático. En Hungría, recientemente, el Gobierno ha rehabilitado a fascistas y ha condecorado con un galardón extraordinario al vocalista del grupo de rock Karpatia, partidario de lo que se denomina la ‘Gran Hungría’. Una versión de los derechos históricos nacionalistas que engloba la recuperación de territorios que hoy son parte de Eslovaquia, Ucrania, Serbia –como si no tuviera sus propios infiernos ideológicos– y Rumanía.
Hungría. Hungría. La hecatombre política, social, moral y literaria de Hungría sucedió primero con los nazis como amos y señores, y muy poco después con la llegada de los comunistas soviéticos que se hicieron, ellos también, amos y señores. El lúcido narrador Sándor Márai lo relató desde el exilio al que marchó en agosto de 1948, veinte o treinta años después del tiempo de los hechos. Los europeos occidentales, especialmente los de izquierda, con sus conciencias tranquilas, los dejaron abandonados, como esclavos del régimen soviético. Márai leyó durante más de un año la literatura húngara, para llevarla en la memoria, y después huyó, sin libros, sin nada, maldiciéndonos.