ARCADI ESPADA, EL MUNDO 18/03/14
· He leído con decepción la nota del periódico sobre el viaje que organiza la agencia Partizan (partisano) por los lugares emblemáticos de la lucha nacionalista vasca. Y no porque la nota de Leyre Iglesias no fuera completa desde las primeras líneas, allí donde se dice que «el cerebro del negocio se llama Arturo Villanueva, nacido en Pamplona y de 37 años, y desde hace más de una década prófugo de la justicia española» en razón de su presunta militancia etarra. Es, simplemente, que encuentro el programa de viaje incompleto.
Es cierto que durante 9 días y por 1.400 euros que incluyen el guía castellano parlante, se visitan el diario Gara, el Museo de la Paz, la villa de Gernika con su árbol, algunas txosnas y el santuario de Aránzazu. Y no digo yo que esos lieux de mémoire no sean de interés, pero me parecen secundarios respecto del asunto principal. Un viaje así que no incluya el número 3 de la urbanización Miracampos en Lasarte-Oria, el número 13 de la calle San Martín en San Sebastián, o el 1 de Tívoli en Bilbao por poner algunos ejemplos espolvoreados, no cumple con su objetivo principal. En todos esos lugares y en algunos centenares más se produjeron verdaderas hazañas de la lucha vasca. Es inconcebible, y una preocupante muestra de debilidad patriótica, que el cerebro Villanueva y su Partizan no incluyan un recorrido, aunque inevitablemente sinecdótico, por los lugares donde solo se produjeron, como decía su prosa a cada muerto, inevitables actos de guerra.
Dada la imposibilidad comprobada de que las autoridades democráticas vascas tengan con las víctimas del terrorismo gestos como el que las autoridades alemanas tienen con sus judíos (un adoquín de bronce en muchas calles recuerda el lugar exacto de las casas de donde fueron arrancados) yo tenía puestas esperanzas en la iniciativa privada, en estos dulces guerreros jubilados y su business de sangre. Máxime sabiendo que los libros de Willy Uribe (Allí donde ETA asesinó) y de Eduardo Nave (A la hora, en el lugar) les daban el trabajo hecho. Los dos son además libros de santos.
Pero veo que se acoquinan. ¡Les han debido entrar pudores, timideces! Qué gente reblandecida. Y pobres víctimas: no pudiendo contar su memoria con aquellos que habrían tenido que defenderla y honrarla, ni siquiera pueden contar ahora con la ayuda colateral de sus asesinos. Se comprende. Que el terrorismo jamás puede ser una guerra heroica lo prueba la vergüenza.