Juan Carlos Girauta-El Debate
  • No me puedo creer que el Ministerio de Igualdad siga trabajando en favor de los agresores sexuales y en contra de la protección de las mujeres ante la violencia machista

No me puedo creer que la Fiscalía pida la absolución del tipo que manda en ella según un principio de estricta jerarquía. Creía que intentarían disimular la disfunción, que maquillarían un poco el sectarismo, el amiguismo y el abuso de poder. Claro, el respeto a las formas ha sido liquidado con el respeto a las reglas. Las formas materializan el sistema, y las altas instituciones del Estado se han hecho antisistema. Desde la cabeza (que pide un Estado palestino con Jerusalén de capital, adoptando la posición más extrema del abanico ideológico, la que quiere echar a los judíos de la ciudad del templo) hasta la cola (un botarate que pide el Nobel de la Paz para Sánchez, sin cortarse un pelo, y dejándonos a todos al borde de un llanto de descojone).

No me puedo creer que el Ministerio de Igualdad siga trabajando en favor de los agresores sexuales y en contra de la protección de las mujeres ante la violencia machista. Ellos y ellas y elles no la llaman machista sino «de género» porque, más que responder (mal) a problemas desde el Gobierno, adoctrinan y posan, algo característico del nuevo tipo de autocracias que trajo la izquierda. Mira en el Reino Unido: dejan que mafiosos paquistaníes violen y violen durante años a miles de niñas, mutilen a muchas, maten a alguna y se coman a otra (es literal), en tanto que la Policía se dedica a meterse en las casas de la gente normal a pedir explicaciones por repostear una frase que no le gusta al primer ministro… pues ofende a aquellos paquistaníes. El asunto es repugnante. Pero nuestro ministerio de «Igual da» y sus talibanas gastan una pastizara anual en nada (573 millones de euros fue el presupuesto de 2023; de presupuestos nunca más se supo). Bueno, no lo gastan en nada: lo dedican a distintas políticas, acciones, regulaciones y propaganda de resultado bastante raro. Si no supiéramos nada de nada y nos invitaran a adivinarlo, revisaríamos sus resultados reales y tantearíamos: ¿Acaso se ha creado un Ministerio Contra la Mujer y no me he enterado?

No me puedo creer que el último logro de ese agujero haya sido impedir el castigo de un número indeterminado (y creciente) de condenas por violencia machista. Tampoco podía creerme que se modificara el Código Penal, a instancias de ese patio enloquecido, de modo que quedaran en libertad un montón de violadores y se les rebajara la pena a un montonazo. Quien quiera las cifras que se las pregunte a la IA (insista en que dé datos, no opiniones, que la IA es como un perro que de cachorro se cisca por la casa, y hay que enseñarle). Cuando leí que el último acto de generosidad de las feministas woke para con los violadores se había originado por la decisión de romper un contrato con una empresa israelí, tampoco me lo podía creer. ¿Inocente? Quizá, pero la otra opción es dar por normal el sanchismo. Y eso sí que no.