- No toleran la libertad de expresión ni de prensa, y tarde o temprano van a por los comunicadores, a por las cabeceras, a por sus propietarios y, si me apuras, a por sus lectores
Hasta Merkel, que parecía otra cosa, cayó en el grave error de colocar a su país en situación de dependencia del gas ruso, increíble e imperdonable fallo de previsión que corrige Alemania a toda prisa, mal que mal. Cuando Trump se lo reprochó a los representantes alemanes, estos se partían el pecho. Hay imágenes. Ya están más serios todos, las risas se congelaron ante la posibilidad de que lo congelado fueran los ciudadanos centroeuropeos en invierno. El wokismo se ha enseñoreado del discurso institucional en las organizaciones internacionales, en la mayoría de gobiernos y en las grandes empresas. Todos pretendían, Sánchez el primero, que nadie discutiera sus dogmas de género, de emergencia climática o de uso alternativo del derecho. Pero solo a Sánchez se le ocurre complementar la demonización de los disidentes del dogma (¡negacionistas!) con censura pura y dura y amenazas. Que desista de la censura; a muchos no solo no nos va a callar sino que vamos a reaccionar a su autoritarismo hablando el doble. El triple si insiste. En cuanto a las amenazas, siempre hay que tomárselas en serio. Hay una especialmente vil: reputar violencia política las informaciones contra las actividades sobre su mujer. Lo que nos está diciendo (no hay explicación alternativa) es que no piensa defenderse de lo que llama «difamaciones» recurriendo a la Justicia, que sería lo suyo, sino legitimando futuros actos de violencia como legítima defensa, pues habría habido una violencia previa, la que él se ha inventado al calificar de violencia política la información, investigación u opinión sobre los negocios de su cónyuge, que gozaría de impunidad por los dídimos del marido presidente, profundamente enamorado. El censor amenazante sueña una Carmen Polo en cursi.