Jon Juaristi-ABC
- El Congreso de los Diputados y de las Diputadas, al borde de la sicalipsis
Ya en la reunión de la ejecutiva sociata quedó muy claro por donde iba a encauzar Sánchez el famoso proyecto para cuya realización necesita dos años más de legislatura. No ha revelado su contenido a la ciudadanía, pero ni falta que hace, se lo digo yo: consiste en una dictadura tropical. Cuando Salvadorilla proclamó que quien ataca a Sánchez «nos ataca a todas», el pobre García Page se dio cuenta de que su posición, en adelante, sería como la de Trotski frente a Stalin. Tendrá que registrar diariamente a sus colaboradores más cercanos, para ver quién esconde el picahielo.
Estando así las cosas, la comparecencia del autócrata en el Congreso, el miércoles pasado, supuso el primer paso en la destrucción práctica de la democracia parlamentaria. A sus socios comunistas les pareció guay. La Vicepirada, inspiradísima, rindió homenaje a su padre recién fallecido declarando que, como este, nunca consentiría que la derecha volviera a gobernar en España. Separatistas catalanes y vascos, asumiendo que tienen agarrado al ‘Capo di tutti capi’ por salvas sean las partes, le dieron aprobado raspadillo (no se enterarán de qué va la cosa hasta que, como advirtió Feijóo a los del PNV, los sanchistas les linchen por fachas).
Debió de fallar la ventilación del hemiciclo, porque, en una de las jornadas más tórridas que recuerda Madrid, el ambiente se erotizó a tope. El primero que acusó el calentón fue el propio Puto Amo, que había arrancado con su machacona versión de la Bamba. Yo –aseguró, fijando cruelmente la mirada en uno de sus ministros– no soy marinero, soy Capitán, soy Capitán, soy Capitaaaán. «Bamba, Bamba», corearon los palmeros. Pero he aquí que, en vez de seguir mareando con imán y derrotero, de repente Sánchez berreó que nunca tiraría la toalla. Tamaña imagen suscitó de inmediato en Feijóo una asociación mental con las saunas gay de Sabiniano, y se lio la parda. No llamó literalmente palanganero a Sánchez, pero le acusó de lucrarse con el dinero de la prostitución y dárselas encima de feminista (sin embargo, no había incurrido el Puto Amo en contradicción lógica, porque los alicientes del negocio familiar de los Gómez eran chaperos, no chicas por catálogo).
Ahora bien, llega el turno de la portavoz del PNV, Maribel Vaquero Montero, que asciende a la tribuna y, dirigiéndose a Sánchez, le espeta: «no voy a decir que usted esté completamente desnudo, pero solo le separa de eso una hoja de parra». ¡Horror! ¿Qué pasó por las mientes de esta hija de Urnieta, guipuzcoana de pro a pesar de sus Ocho Apellidos Vascos, cuando oyó lo de tirar la toalla? Por favor, que arreglen el aire acondicionado antes de que la legislatura acabe como la orgía mortal de Sardanápalo (aquel ilustre libertino catalán) que pintara Delacroix. Si hasta las vascas, Dios mío, hasta las vascas, Señor, Señor…