Del blog de Santiago González
Uno no cree que Trump lo haya hecho todo mal; solo lo más importante. Y es asunto muy relevante lo ocurrido en el Capitolio. Especialmente en un país que, tal como han señalado con mucha precisión Tocqueville y Juan Pablo Fusi, ha sido siempre una democracia desde la declaración de Independencia de 1776, trece años antes de la sobrevalorada toma de la Bastilla (en la que solo había siete presos). Estas son lecturas que le convendrían mucho al vicesegundo de Sánchez que tiene a la Revolución francesa como el hecho fundamental de la democracia moderna. No solo fue anterior; en la Revolución americana no se decapitaba al personal. La francesa apenas duró cuatro años; luego llegaron el Terror y el directorio y en una década, el golpe de Estado de Napoleón en el famoso 18 Brumario.
Libertad, igualdad y gobierno por mandato de los gobernados, esa era la clave, de ahí que la responsabilidad de Trump en los sucesos del Capitolio sea tan grave, porque carece de precedentes en EEUU. Nosotros venimos de otra tradición, en la que se cuentan 200 golpes y pronunciamientos militares en España entre los siglos XIX y XX. Tenemos en el Gobierno un partido populista que ha organizado performances como ‘Rodea el Congreso’ para oponerse desde dentro y desde fuera a la investidura de Rajoy y la ‘Alerta antifascista’ de Iglesias el 2 de diciembre de 2018 contra la victoria electoral de la oposición en Andalucía.
“No se puede comparar” dicen muy serias gentes con apariencia de buen sentido. Tampoco se puede comparar, al parecer, con el bloqueo al Parlament de Catalunya en junio de 2011 en el debate de los presupuestos, lo que obligó a Artur Mas y a Núria de Gispert a entrar en helicóptero. En este caso hubo condenas y recursos a Estrasburgo que fueron rechazados. O el referéndum ilegal y el asedio a la Conselleria de Junqueras para retener a la comisión judicial que investigaba, encabezado y dirigido por los Jordis, o el “Apreteu i feu bé d’apretar”, con que Torra incitaba a la violencia a los CDR. La diferencia entre el ‘Rodea el Congreso’ y lo del Capitolio estuvo en la determinación de la Policía Nacional de no dejar pasar a aquella tropa. El delito de manifestarse ante el Congreso, el Senado o cualquier parlamento autonómico está convenientemente tipificado en el artículo 494 y siguientes del Código Penal.
Los convocantes del rodeo del Congreso y la Alerta antifascista cargan en la cuenta política de Vox los desmanes de los trumpistas radicales, invocando un supuesto nexo ideológico, cuando ellos estaban unidos por el populismo, que no es ideología, sino actitud. Los trumpistas del Capitolio, las huestes de Podemos y la chusma golpista de Cataluña son primos hermanos. Nunca se ha oído a ningún dirigente del partido de Abascal convocar a actos violentos a los suyos, ni a rodear el Congreso, ni a incendiar las calles de Barcelona. Por eso hemos conocido que dos candidatos de Puigdemont a las elecciones del 14-F, si es que llegan a celebrarse, Joan Canadell y Joan Costa, han dejado un rastro de sus simpatías por Trump en las redes sociales, que ahora tratan de borrar. Trump ha tocado fondo en la tradición política estadounidense. Aquí se ha convertido en un modelo.