Pío García-El Correo

  •  Al profesor Tamames habrá que agradecerle que haya puesto sobre la mesa, de una manera tan descarnada, esta grave enfermedad de nuestro tiempo

En los análisis de la moción de censura nos estamos quedado en lo superficial. Tamames, Abascal, Yolanda e incluso Pedro son meros figurantes, personajes casi de ficción que un día aparecieron en nuestras vidas y que pronto desaparecerán, pero bajo la hojarasca de sus discursos se esconde el verdadero problema de nuestra civilización: los tochos. Vamos hacia un mundo lleno de pelmazos y ese es un motivo justificadísimo de extinción. Cuando escuché la perorata abusiva de Abascal y luego vi el amenazador paquete de folios con el que Sánchez subió a la tribuna me pareció que el calentamiento global iba demasiado despacio y lamenté profundamente haberme comprado un coche híbrido. Al profesor Tamames habrá que agradecerle que haya puesto sobre la mesa, de una manera tan descarnada, esta grave enfermedad de nuestro tiempo.

Yo no sé por qué ahora todas las películas duran media hora de más. Es este un sadismo muy refinado y un atentado contra la próstata que los espectadores masculinos asumimos con humillante mansedumbre. Da incluso la impresión de que las novelas, para ser publicadas, tienen que ser sometidas a tratamientos de engorde que ríase usted de los cerdos de las macrogranjas. Ninguna baja de las 300 páginas y uno descubre enseguida frases llenas de anabolizantes, con evidentes restos de clembuterol en los personajes. Los tochos nos están persiguiendo como los dinosaurios de Jurassic Park y cada vez son más, y más largos y aburridos. Hay que topar no solo el precio de los alimentos sino también la duración de los discursos, Yolanda, apúntatelo. En esto no podemos dejar suelto al mercado.