SALVADOR SOSTRES – ABC – 18/03/16
· Derrota La democracia, y no España, ha derrotado a Artur Mas y al independentismo.
Artur Mas dijo el 9 de noviembre de 2014 que había celebrado un referendo, que lo había ganado, y que por lo tanto había recibido un claro mandato del pueblo de Cataluña. La noche del 27 de septiembre de 2015 volvió a decir, esta vez en catalán, en español, en inglés y en francés, «hemos ganado», refiriéndose a las últimas elecciones autonómicas, que los partidos independentistas plantearon como un plebiscito y manifiestamente lo perdieron, al obtener no más que el 48 por ciento de los sufragios.
Durante los cuatro años que hace que dura lo que conocemos con el nombre de «procés», Mas, y en general los independentistas, han dicho hablar en nombre de una «mayoría aplastante», y han acusado a España de ser un Estado de «baja calidad democrática», y de no «escuchar el clamor del pueblo catalán». Han tratado de presentarse ante el mundo poco menos que como una nación oprimida, como si en Cataluña estuviera suspendida la democracia, cuando desde 2012 los catalanes hemos votado perfectamente libres y con todas las garantías en las elecciones europeas, municipales, autonómicas –en dos ocasiones– y generales, sin que en ninguna de estas convocatorias los partidos secesionistas hayan superado el 50 por ciento de los votos.
Y no sólo eso, sino que en cada uno de estos comicios el partido del expresidente, y supuesto líder del tal proceso, ha ido menguando en votos y diputados hasta perder Mas la presidencia de la Generalitat y Convergència la alcaldía de Barcelona, y consiguiendo la difícil marca de que por primera vez desde la recuperación de la democracia Esquerra haya ganado dos elecciones: las europeas y las generales.
La histórica reculada que está protagonizando Convergència, y el Gobierno de la Generalitat, tiene sin duda que ver con la legendaria cobardía de esta formación política, especializada en la bravuconada inicial y en la posterior bajada de pantalones cuando llega la hora de pagar el precio; pero también con la irrefutable constatación de que ni la mayoría ni, mucho menos, la mayoría aplastante de los catalanes están por la labor de entrar en conflicto con España.
Hoy Mas dice ante el juez que el 9 de noviembre ni fue un referendo, ni lo organizó él ni obtuvo de aquella jornada ningún mandato democrático, negándose tres veces a sí mismo: guiño es de la Historia que lo haya hecho tan cerca de la Semana Santa. También reconoce, ahora, después de todo este tiempo insultando a España sosteniendo lo contrario, que los separatistas no son mayoría, e insiste en la celebración de un referendo que según sus falsarias soflamas los catalanes ya hemos vivido dos veces, una el 9 de noviembre, en aquella memorable patochada, y otra en aquellas elecciones a las que absurdamente él llamó plebiscitarias, y que no sólo el independentismo perdió, sino que provocaron su renuncia a la presidencia de la Generalitat, en virtud de un pacto con la CUP que es otra mentira, porque los antisistema sistemáticamente lo incumplen.
Mas y Convergència no se han cansado de mentir a los catalanes, y ahora que les llega la hora de dar la cara, y de poner en práctica la «desconexión» –otro gran concepto–, dicen que no tienen los votos suficientes, después de haber presumido machaconamente de lo contrario en foros nacionales e internacionales, difundiendo mentiras en la prensa europea y americana para dejar a España en mal lugar y presentándose ellos como víctimas de un Gobierno liberticida.
Y del modo más cínico y oportunista, desesperados como el gañán que está a punto de que le descubran el pastel, y sabiendo que los socialistas, por muchas líneas rojas que proclamen, harían cualquier cosa por el poder, han buscado esconderse en las faldas de Pedro Sánchez para que les ofrezca una salida digna, que puede ir desde un referendo independentista hasta cualquier otro amago de consulta que les permita quedar bien ante su público sin tener que enfrentarse al precipicio.
Han sido cuatro años –cuatro– de un farol interminable, de esa carraca de bebedor solitario de bar de provincias absorbido por un relato extravagante y sin ningún contacto con la realidad.
La democracia, y no España, ha derrotado a Mas y al independentismo. España no ha tenido ni que bajarse del autocar.
SALVADOR SOSTRES – ABC – 18/03/16