El pasado domingo, en la entrevista que le hizo este periódico, la ministra de Industria nos dio una noticia buena y otra mala. La buena es que a pesar de las terribles noticias que nos llegan desde Rusia, no habrá restricciones para el consumo en este próximo invierno. El nivel alcanzado por los depósitos de almacenamiento y los contratos firmados con países alejados del conflicto le permiten ser optimista. La mala noticia la dio con sordina y se refería al precio que podría alcanzar el gas, sometido a fuertes tensiones entre la oferta y la demanda.
Pienso que se refería al precio del suministro doméstico, al que pagamos en nuestras casas por el agua caliente y la calefacción cuando utilizamos este combustible. A mi modo de ver, esa preocupación es correcta, pero no es la única. Además del consumo doméstico, el gas es una materia prima fundamental en la industria y su precio ha alcanzado tales alturas que pone en peligro muchas producciones y amenaza la viabilidad de muchas empresas. Así que tendremos gas y será más caro. Nos queda por conocer si también tendremos empleo, porque será, sin duda, más escaso.
Aparte de la lógica subida de los precios, ayer hubo más cosas en ese complejo mundo. Pedro Sanchez se despachó a gusto en contra de los ‘poderes económicos’ que nos amargan la vida desde la penumbra de sus siniestros despachos. El argumento es muy socorrido. Entre Putin y los gerifaltes energéticos, ya tenemos perfilada la banda de los gasócratas y los watioexplotadores. Lástima que sea un argumento falaz y demagógico a más no poder. No voy a repetirle el largo relato de los empleos creados, las inversiones comprometidas, los salarios pagados y los ingresos efectuados en las arcas públicas por estas empresas. Solo le recordaré que el energético es un sector hiperregulado. Así que si el Gobierno tiene ideas para evitar los supuestos abusos y los malos funcionamientos -no es nada evidente que sea así-, solo tiene que cambiar las normas una vez más. Lo hace con frecuencia y, al parecer, cada vez funciona peor.
Ayer también el presidente francés, Macron, se puso borde y se cargó la posibilidad de que vea la luz el proyecto tan ‘ilusionante’ del gasoducto Midcat que habían ideado entre Sanchez y el canciller alemán Sholz. ¿Será posible que no le hagan caso en Europa a su mejor y más apuesto líder? Pues eso parece.
Y de postre, Rusia avisó de que mantendrá cortado el suministro de gas por el Nord Stream I hasta que no se levanten todas las sanciones. Que será indefinido, vamos. ¡Vaya panorama!