IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo aseguró ayer que «la legislatura comienza ahora». Por fin me lo explico todo. La gestión de la pandemia y los parados de la EPA son responsabilidad de ¿Mariano Rajoy, quizás? Desde luego ella no tiene nada que ver, acaba de aterrizar. ¿De verdad que se puede decir semejante tontería? Se puede, se dice y a estas alturas provoca más indiferencia y hastío que escándalo. Lo único que nos falta por saber es si Pablo Iglesias devolverá el dinero que ha cobrado como vicepresidente segundo, dado que no han gobernado hasta ahora. La cosa no terminó ahí, pues en un tono que sonó claramente a amenaza garantizó la derogación prometida de la reforma laboral, que se hará con o sin el acuerdo previo de los agentes sociales. «Los plazos son preclusivos y no se discuten, se cumplen».

Con este Gobierno no hay forma de aclararse, ni manera de saber a qué atenerse. Primero todo se iba a hacer con consenso y en armonía; luego se firmó con Bildu la derogación inmediata de la reforma; más tarde Nadia Calviño dijo que eso era irresponsable y ahora volvemos de bruces a los plazos conminatorios. Un lío. Habría una alternativa sencilla de aclararlo todo. Que diga el Gobierno, con detalle, cuál es exactamente el contenido de los compromisos adquiridos con y enviados a Bruselas, y quizás así evitemos este mareo constante.

La vicepresidenta dijo más cosas. Algunas muy sensatas, como que es necesario evitar la dualidad del mercado laboral; facilitar la entrada de los jóvenes y el mantenimiento de los mayores; mejorar la formación, etc. Todo es correcto y nadie puede oponerse a ello. El problema no lo veo en la fijación de los objetivos, sino en la determinación de los medios empleados para conseguirlos. El empleo no se crea desde la cómoda moqueta de los despachos ministeriales a voluntad de los políticos que van y vienen, sino desde los talleres, las fábricas, los hospitales, las obras públicas, los bares, los hoteles, los camiones, los autónomos, etc.

En esta ingente tarea, las ideas bienintencionadas son necesarias, pero nunca son suficientes. Además de desearlo, el empleo hay que crearlo. Y se crea con el compromiso, con la asunción de riesgos, con la colaboración de todos los participantes en la empresa -accionistas, dirigentes y trabajadores-, a poder ser empujados por una coyuntura favorable. Y, si quiere, con el añadido de un poco de suerte. Los planteamientos adanistas no sirven de nada e, incluso, son contraproducentes.

¿Tiene algo que ver esta inusual y dura manera de expresarse de la vicepresidenta con su nuevo rol en Unidas Podemos o es demasiado malvado suponerlo?