Mayte Alcaraz-El Debate
  • No elige a sus ministros por su bagaje ni por su solvencia política. Los selecciona por las muescas que tengan en su revólver por tiros descerrajados contra los enemigos del jefe

Pedro sigue con su hoja de ruta, que solo es una: la venganza. Vengarse de aquellos que le defenestraron un otoño de hace nueve años cuando le impusieron el sentido de Estado –a él con esas fruslerías– frente a su impostura, que era la de un enfermo de ambición que quería ser presidente a toda costa, aunque fuera obligando a los españoles a repetir unas elecciones bajo el pretexto de que el PP era una fuerza corrupta a la que no había que apoyar. Corrupto, decía Pedro. Él lo decía… Y sin cambiar el color.

Lo de ganar elecciones no lo tiene conseguido, pero borda lo de desquitarse de los que osaron discutir su autoridad. El presidente no siente en absoluto que su formación esté siendo jibarizada, hasta casi la irrelevancia, cada vez que se convocan comicios en las comunidades autónomas. Y le importa un pimiento eso que proclama de que hay que frenar a la ultraderecha. Solo quiere seguir en el Gobierno para continuar disfrutando de las prebendas del cargo y paladear con fruición un plato que dicen que frío sabe mejor, pero que él tomaría igual si le abrasara: la vendetta. No solo no siente nada por sus siglas, sino muy al contrario, se ha conjurado para acabar con ellas, para no dejar ni las espinas de la rosa a base de soltar el puño contra cualquier pensamiento inteligente, cualquier atisbo de criterio propio, cualquier rasgo de decencia, cualquier crítica hacia él. Que se prepare Jordi Sevilla.

Que esa revancha es un viaje inacabado, lo demuestra el nombramiento como ministra de Educación de Milagros Tolón, la delegada del Gobierno en Castilla-La Mancha y martillo de herejes sanchistas, como Emiliano García-Page. Él no elige a sus ministros por su bagaje ni por su solvencia política. Los selecciona por las muescas que tengan en su revólver por tiros descerrajados contra los enemigos del jefe. Porque a Óscar Puente no lo nombró por su conocimiento en la gestión ferroviaria ni por su destreza en las obras de ingeniería civil. Lo designó porque insulta muy bien y está dispuesto a derramar toda la hiel posible, aunque algún día resbale en ella y se rompa la crisma política. Tampoco se fijó en María Jesús Montero porque sepa sumar, o sea una técnica en presupuestos –a la vista está– sino porque toda su gesticulación es un insulto a la inteligencia y, por tanto, sacando la lengua o arrugando la nariz consigue insultar a medio país.

Poco a poco va cosechando Pedro todo lo que persigue: en cada elección, le da una tarascada al PP y aúpa a Vox, que sigue creciendo como la expresión más explícita del antisanchismo. De ahí que ni Feijóo ni Abascal deberían dar tres cuartos a este pregonero perito en maldad, que se presentará cuando haya elecciones generales como el paladín antifascista y habrá quien le compre el relato y acuda a votar con una pinza en la nariz, pero la firme convicción de evitar que la derecha gobierne. Extremadura ha sido la prueba de fuego. Convertir las negociaciones para la formación del gobierno de Guardiola en una batalla campal es hacer justo lo contrario de lo que ha pedido el Rey en Nochebuena y favorecer que Pedro tenga más tiempo para vulnerar todo nuestro marco legal, culminar su obra vengativa y devastar las instituciones.

Que deje a su partido hecho unos zorros, sin posibilidad de levantarse con un mínimo de decoro cuando su verdugo marche, es casi inevitable. Y habrá quien piense que en el pecado lleva el PSOE la penitencia. Pero tanto PP como Vox tienen en su mano no dar de comer al monstruo, ahíto de sangre de la derecha. Por eso, habrá que decir lo obvio: señor Abascal, María Guardiola no es una candidata que no sirve y hay que cambiar, como aseguró en campaña. Ni el presidente de Vox, señora Guardiola, es un señoro o un machista. No le hagan el juego a Pedro, mientras él come palomitas con Begoña. Ya han conseguido dar un cambio histórico a la sociología de una comunidad que era biológicamente socialista; por tanto, lo más difícil está hecho. Lo más fácil es servir de coartada a Pedro para activar a sus huestes. Él lo sabe. Y maneja la partida como nadie.