José García Domínguez, LIBERTAD DIGITAL 07/12/12
Si en tiempos la cultura catalana tuvo como referentes ante el resto de la Península a un Pla, un Espriu o un Foix, hoy posee abogados de oficio de la talla de Tito Vilanova y de Leo Messi. Circunstancia que por sí misma hubiera merecido un capítulo aparte en La decadencia de Occidente de Spengler. Así las cosas, parece que el pibe del Barça es el intelectual orgánico llamado a apuntalar la narración apocalíptica de la lengua perseguida. Un clásico del catalanismo que vive su enésima reedición a raíz de lo del borrador de Wert. Se trata, es sabido, de rescatar a la inmersión forzosa de las garras del Estado de Derecho y las sentencias firmes del Constitucional y el Supremo.
Todos juntos y en unión, pues, contra la libertad, en la mejor tradición del carlismo ultramontano que engendrara los secesionismos periféricos en el XIX. Sin embargo, por mucho que se trate de desfigurar la realidad histórica, el mito del genocidio cultural, núcleo duro del resentimiento que alimenta la llama eterna del imaginario nacionalista, nunca será capaz de superar la comparación con Francia. Y es que la extinción del catalán en el Rosellón y la Cerdaña, algo que puede comprobar cualquiera con apenas cruzar la frontera, demuestra lo obvio: que si un Estado se propone acabar con un idioma, simplemente, lo consigue. Los franceses lograron exterminar el catalán en su suelo porque quisieron. Tan fácil como eso.
Un día decidieron barrerlo de todas las laringes sometidas a su soberanía. Y lo barrieron. De ahí que esa entelequia llamada Catalunya Nord solo more en los libros de texto que se ven obligados a estudiar los escolares catalanes. E idéntica suerte hubiera corrido la lengua a este lado de los Pirineos si la ucronía lacrimógena de los nacional-sociolinguïstas se compadeciera en algo con la verdad. El catalán, señores, existe porque España nunca quiso que dejase de existir. Repárese, si no, en lo ocurrido con el árabe. Una lengua con muchísimos más hablantes en el territorio de la Corona que el catalán y que, por razones de orden religioso, la Monarquía deseó borrar de la memoria colectiva. Huelga decir que lo consiguió. ¿Alguna vez en su vida habrá oído hablar Messi del asunto?
José García Domínguez, LIBERTAD DIGITAL 07/12/12