Que no decaiga. Aunque la cultura ahora propuesta no sea diferente, el último a quien los nacionalistas incluirían en el Consejo del Euskera es Jon Juaristi. Su problema es no ser nacionalista; peor: fue nacionalista y lo dejó. Si tuvieran que encarnar a Basajaun, lo harían en él. Todo no se ha perdido: el cambio puede subir un poco de nivel.
Aunque empecemos a sospechar que ya hemos visto todo a lo que puede llegar el cambio que se produjo en Euskadi, marcado con una línea sobre un muro cual cartel de una pasada inundación, «hasta aquí llegó el cambio del Gobierno de Patxi López», en la normalización política ha producido un cambio trascendente, y el mero hecho del cambio en sí no ha dejado de generar curiosas consecuencias.
La más importante es que el PNV, desdibujado en Euskadi por la crisis que padece por diferentes casos de corrupción, se ha convertido, retrocediendo a su comportamiento en los orígenes de la transición democrática, en un partido madrileño, útil en la política española, apoyando presupuestos socialistas y hasta la reforma de las pensiones, en un ejercicio de responsabilidad que nada tiene que ver ni con el soberanismo pasado ni con la huelga del jueves convocada por las centrales nacionalistas. El haberse apeado de tantos años en Ajuria Enea le ha devuelto a sus papeles responsables, nada que ver con los Gobiernos de Ibarretxe, en los que pudimos descubrir que radicalizan más ocho años de lehendakari que ocho de presidio.
El PNV salva la cuenta de resultados en Madrid, a la espera que se descubra su actual movimiento pendular hacia el responsable partido capaz de ejercer el virreinato en Euskadi, y así volver pronto a Ajuria Enea en loor de multitud. Quizás, también, porque las cosas no hayan sido alteradas lo suficiente como para que la ciudadanía no descubra que en una cultura nacionalista, inmaculada tras el paso socialista, lo adecuado es que vuelvan los que la promovieron. Y me ciño a la autoridad de Ruiz Soroa que ha declarado, en referencia al Consejo Asesor del Euskera, que «el socialismo vasco practica en materia cultural una política de construcción nacional idéntica a la nacionalista en su contenido». Y si la cultura, elemento conformador de una sociedad, es idéntica quizás demasiadas cosas lo sean también.
Pero que no decaiga el ánimo, que con él llego el escándalo, porque, aunque la cultura no sea otra, a la última persona que el nacionalismo vasco nombraría para el Consejo Asesor del Euskera sería a mi amigo Jon Juaristi. Monumento vivo a la vasca erudición, monstruo de las letras españolas, aguijón de aldeanos de rústica ignorancia. Todo eso y mucho más es Jon Juaristi, al que todavía no se le ha hecho la justicia de nombrarle miembro de la Real Academia Española de la Lengua. El problema de Juaristi es que no es nacionalista; el problema de Juaristi es, peor, que fue nacionalista en su adolescencia y lo dejó. El problema de Juaristi es que, si los nacionalistas tuvieran que encarnar al Basajaun, lo encarnarían en él. Traidor entre traidores, escritor, poeta, catedrático, euskaldun y español de pro. Hay que joderse, todo no se ha perdido, el cambio puede subir un poco más de nivel. «Con él llegó el escándalo».
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 1/2/2011