Mikel Buesa-LA RAZÓN
- Ahora este asunto viene buscando la vía más discreta del nepotismo para hacerse con los suculentos empleos públicos que, aunque son de segundo nivel, están mejor retribuidos que los del primero
Claro que lo de rezar ha decaído mucho y desde hace años apenas se lleva, sobre todo públicamente. Pero ello no significa que la preservación de la familia por medio del cultivo de intereses y actividades comunes haya tenido el mismo destino. Todo lo contrario: no hay más que ver cómo se plasma esto en el ámbito de la política para darse cuenta de que el parentesco no sólo permanece sino que se enaltece. Echen ustedes un repaso a los cientos de casos de corrupción de los últimos veinte años y verán que en muchos de ellos aparece algún deudo mediando en las ganancias de los políticos pervertidos. Y también están los hermanísimos que hacen negocios aparentemente regulares aprovechando su privilegiada relación con quienes ostentan el poder. Ya se ve que la familia tira mucho; y si trinca unida, permanece unida.
Ahora este asunto viene buscando la vía más discreta del nepotismo para hacerse con los suculentos empleos públicos que, aunque son de segundo nivel, están mejor retribuidos que los del primero. Eso sí, siempre dentro de la familia. Ahí tienen los lectores el ejemplo del consorte de la ministra para la Transición Ecológica –que se colocó en la CNMV– y ahora también el de la de Economía –que tiene puesto en el Patrimonio Nacional–. Algunos dirán que traigo esto por los pelos y que, como sólo hay tres vicepresidentas, el alcance del asunto es muy limitado. No lo creo porque en este país lo de favorecer a amigos y parientes tiene mucho arraigo; y lo malo es que todo queda en familia.