Josep Martí Blanch-El Confidencial
- Aragonés celebra sus 100 días de gobierno fingiendo una seria amenaza a Pedro Sánchez
Sobre sus primeros 100 días, lo más destacable es que no hay mucho que destacar. La paradoja es que esta inanidad ha de entenderse como algo positivo, dada la comparación inevitable con Quim Torra, su precedente más inmediato. La virtud principal de Aragonès viene siendo que no añade presión a la agenda política y que sabe no caer preso de la que sí intentan imponer otros, principalmente sus socios en el Gobierno de JxCAT.
El resultado es que, a fuerza de contemporizar, Pere Aragonès ha conseguido trasladar la sensación de que la legislatura catalana aún no ha empezado y que, si de él dependiera, la seguiría adormeciendo tanto como fuese posible. En términos futbolísticos, los 100 días de Aragonès como presidente han transcurrido sin moverse del túnel de vestuarios, así que aún nada puede decirse de su aportación en el terreno de juego, porque el partido —Presupuestos de la Generalitat en el frente interno y mesa de negociación con el Gobierno español en el externo— todavía está por empezar. Incluso en los asuntos en los que sí parecía que no podía escapar a una decisión en firme Aragonès se ha limitado a ganar tiempo. ¿Ampliación del aeropuerto? Sí, pero ya veremos. ¿Juegos Olímpicos de invierno 2030? Sí, aunque quizá no.
Este intentar matar el tiempo para ganarlo forma parte del patrimonio más natural de la política, así que no tiene por qué entenderse como algo pernicioso de entrada. Solo que hace ya años que las reglas del juego han cambiado y los tiempos muertos en el deporte político duran más bien poco. Llegado septiembre, a Aragonès le toca despojarse del chándal y embocar la salida al terreno de juego. Es hora de que la afición lo vea en pantalón corto y que pueda empezar a juzgarlo por cómo ataca y defiende con el balón.
Su examen llega con la mesa de negociación con el Gobierno español y con los Presupuestos de la Generalitat. En su reaparición televisiva de ayer, lanzó un aviso a Pedro Sánchez: “Todo saltará por los aires”, le espetó al presidente español, si este último no ofrece una “solución democrática” al conflicto político con Cataluña. Añadió que ha de celebrarse un referéndum a la escocesa antes de 2030 y, sobre su Gobierno, afirmó que está cohesionado y que los Presupuestos, tal y como había anunciado, han de aprobarse con el concurso favorable de la CUP.
Son cuatro afirmaciones repletas de voluntarismo y poca cosa más. La buena relación entre el PSOE y ERC no va a saltar por los aires. No habrá referéndum de independencia ni amnistía —la “solución democrática” que exige Aragonès—, pero como el calendario fija un periodo de dos años de negociaciones, el balón puede chutarse hacia adelante sin que de momento se rebase la línea de fondo. De momento, los socialistas no han de sufrir por sus Presupuestos, no al menos por lo que al apoyo de ERC se refiere. Nada saltará por los aires.
Más de lo mismo sobre la celebración de un referéndum a la escocesa antes de 2030. Queda lo suficientemente lejos como para interpretarlo como un patadón y a seguir. Sobre la feliz cohesión de su Gobierno, solo hay que ver las diatribas en contra de la estrategia de ERC que lanzan constantemente desde JxCAT para darse cuenta de que estamos ante un matrimonio al que el juez de las elecciones condenó a seguir viviendo juntos. El sábado, fiel a los consejos de los expertos conyugales, el Gobierno en pleno —consejeros y secretarios generales— se irá a una masía para confraternizar con el ánimo de limar las asperezas que supuestamente no existen. Por último, lo de aprobar Presupuestos con la CUP se sitúa en el terreno de la lotería, como todo lo que se acuerda con la extrema izquierda independentista.
Este año, en lugar de añadir gasolina, se ha hecho lo posible por silenciar la Diada
Donde se ve con más claridad la voluntad de Aragonès de hacer lo posible por adormecerlo todo es con los preparativos de la Diada. Faltan 11 días para la que ha venido siendo la gran demostración de fuerza del soberanismo durante la última década. Tradicionalmente, agosto se aprovechaba por parte del Gobierno catalán para calentar el ambiente y forzar una asistencia masiva a la manifestación independentista que organiza la Assemblea Nacional Catalana. Este año, en lugar de añadir gasolina, se ha hecho lo posible por silenciarla. No en balde, un gran éxito de la manifestación se interpretaría como una enmienda a la política contemporizadora de ERC. Lo dicho, Aragonès hace lo posible por mantener la agenda lo más dormida posible y, sin duda, es lo que más le conviene.
Pero el calendario avanza y al presidente catalán no le queda otra que abandonar el túnel de vestuarios para pisar de una vez por todas el césped. Puede anticiparse cómo va a comportarse una vez el balón ruede de verdad. Seguirá a pies juntillas la estrategia que ha fijado Oriol Junqueras en la pizarra del vestuario: pases cortos y sin arriesgar y, ante la duda, pelota hacia atrás al portero y a dejar que corra el cronómetro. El partido que más le conviene es uno en el que no pase casi nada para matar a bostezos al respetable. ERC firma el empate o una derrota por la mínima. Y es razonable, puesto que los partidos más recientes los perdió el independentismo por goleada.