DIARIO VASCO, 15/11/11
A falta de nuevas ideas, los partidos vascos aprietan el acelerador de la movilización, con un diputado en el aire en cada territorio
El undécimo día fue el primero en el que a los candidatos y a los propios ciudadanos se les empezó a hacer ya un poco larga la campaña. Siempre se habla de la necesidad de recortar los quince días de mítines y actos electorales, también por motivos de ahorro económico, pero lo cierto es que ningún partido se atreve a hincarle el diente en serio a este tema. Veremos si el avance inexorable de la crisis, que todo lo recorta, alcanza a las campañas más que a otro tipo de servicios más necesarios para la gente.
Además, las propuestas comienzan a estar agotadas y los partidos se limitan ya a tocar a rebato para movilizar a los suyos y resaltar las virtudes del llamado ‘voto útil’. Lo hace Alfredo Pérez Rubalcaba que, tras la debacle que le pronostican todas las encuestas, se ve obligado a multiplicarse, triplicando sus apariciones y parando en ruta en ciudades medianas. Y le secunda el lehendakari, decidido también a echar el resto en favor del candidato del PSOE. En el partido han detectado que, ahora mismo, el líder socialista vasco es el más solicitado. Patxi López estará esta semana en el BEC de Barakaldo, en Málaga, para intentar animar al partido en Andalucía, donde puede sufrir la derrota más dolorosa el 20-N, y en Mérida, para concluir el viernes en Vitoria.
Los partidos, por tanto, aprietan el acelerador, para hacerse con los tres escaños que siguen en el aire, uno por cada territorio de la Comunidad Autónoma Vasca. Del reparto de estos tres diputados depende el éxito o la derrota, en especial para el PNV, implicado en todos los casos.
En 1.500 votos
Así lo ha entendido, por ejemplo, el presidente del PNV de Gipuzkoa. Joseba Egibar sabe que el sexto y último escaño guipuzcoano se juega en un puñado de votos entre Amaiur, favorita para lograr tres, y PNV y PSE-EE que aspiran a pasar de uno a dos. El PP se mantiene al margen, con un asiento ya consolidado. Egibar, ayer en Arrasate, cifró en 1.500 los votos que necesita su partido para arrebatar a Amaiur ese asiento y lograr un resultado de dos diputados que sería extraordinario para el PNV. La coalición soberanista necesita acercarse a las cifras de las forales de mayo, los 120.000 votos, o a un 30% de las papeletas, en función de la participación, para amarrar ese tercer escaño que ellos están convencidos de que se lo juegan mano a mano con los jeltzales.
En esta pugna trata de colarse el PSE-EE de Odón Elorza, que ayer recibió un significativo empujón, en forma de nombramiento como delegado del Gobierno Vasco de la capitalidad cultura europea San Sebastián 2016, uno de los deseos más anhelados por el exregidor donostiarra. Elorza cogió impulso con su acto en la plaza de la Constitución, recuperando para el PSE-EE la Parte Vieja. Recordaron al añorado Ernest Lluch, el catalán más donostiarra que protagonizó un emotivo mitin en 1999 mientras era boicoteado por seguidores de Batasuna y aludieron de nuevo a la gestión de la paz. De hecho, los socialistas han empezado a distribuir dípticos electorales con el decálogo del lehendakari para la paz. Parece claro que para el PSE-EE la gestión del final de la violencia en Euskadi se ha convertido en la principal baza electoral, a falta de buenas noticias sobre la economía. Un movimiento significativo, teniendo en cuenta que en los últimos meses, el PSE-EE y el lehendakari midieron al milímetro los pasos a dar ante el final de la violencia en Euskadi para no perjudicar las opciones de Rubalcaba.
Los socialistas vascos quieren construir sus opciones al segundo escaño guipuzcoano en base al efecto ‘elecciones generales’ y el rechazo frente a la marea del PP que se avecina. No obstante, mucho van a tener que mejorar sus números de las recientes forales para alcanzar ese objetivo.
Los populares, por su parte, juegan sin presión, aunque recelan del hecho de que el PSE-EE haya metido en campaña el tema de la paz. El PP no quiere hablar de la normalización de Euskadi hasta después del domingo. Entienden que el debate electoralista sobre el fin de la violencia sólo puede «estropear los avances logrados» y lo enmarcan en el «nerviosismo» que, en su opinión, cunde entre peneuvistas y socialistas.
El termómetro alavés
Los últimos números de Génova garantizan cuatro escaños al PP, dos en Bizkaia, uno en Gipuzkoa, y otro en Araba, donde el partido de Basagoiti se ve obligado a apretar para lograr el segundo a costa de dejar en blanco al PNV o a Amaiur, según sus cálculos. También aquí 1.500 votos arriba o abajo pueden ser decisivos. El PSE-EE da por garantizado el escaño alavés de Ramón Jáuregui. Su obtención será el síntoma de que la debacle del PSOE no se siente en Euskadi. Si los socialistas no conservan el diputado alavés, significará, por contra, que el partido en Euskadi se contagia del mal resultado de Rubalcaba.
El tercer escaño en el aire es el último por Bizkaia y se lo juega el PNV con PP y Amaiur, que aspiran a pasar de uno a dos. También aquí serán unos miles de votos quienes decanten la balanza. Este diputado vizcaíno es clave para el partido de Iñigo Urkullu, ya que puede ser el que le permita asegurar el grupo parlamentario, fijado en cinco. Lograr atraer a una parte de los votantes que en las municipales arrastra el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, puede ser la llave. Por eso, el PNV incidirá estos últimos días en los réditos logrados por la gestión económica de Josu Erkoreka en Madrid, en una coyuntura de crisis.
DIARIO VASCO, 15/11/11