Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

  • Si creemos a ERC y a Junts al pie de la letra, la investidura será imposible. Ni el ‘mago’ Sánchez podría aceptar el ‘pack’ completo

El barullo en el que nos hemos metido en este país es consecuencia de una decisión de cálculo egoísta, la de adelantar la fecha de la elecciones y colocarla en el día más incomodo posible para los ciudadanos y menos conveniente para el funcionamiento del Gobierno y luego, claro está, de un resultado endiablado en el que el bloque la derecha no consiguió alcanzar el tamaño mínimo que le hubiese permitido gobernar (con intento fallido de investidura incluido) y, el otro, el llamado Frankenstein es de tal complejidad y necesita tantos equilibrios, dada las alborotadas posturas ideológicas de sus componentes, que la vuelta a un funcionamiento normal del Gobierno se ha dilatado en exceso, provocando una grave parálisis. Las conveniencias y, más aún, las urgencias propias de cada uno de los innumerables partidos que lo componen han conseguido la unidad suficiente para derrotar al candidato popular, pero no es fácil deducir de ello que existirá esa misma unidad o algo medianamente similar, a la hora de elaborar un programa coherente y mantenerlo lo largo de toda la legislatura. A unos participantes solo les interesa la amnistía y la autodeterminación, lo que provocará constantes sobresaltos y numerosas tensiones. Sánchez ha sido capaz, en la pasada legislatura, de ceder en ‘casi’ todo, sin abollar la confianza de su grey. Habrá que ver si lo es también de dar el siguiente paso, el de cederlo ‘todo’, sin que estalle nada.

El precio que le imponen tiene dos partes, una jurídica y otra económica. La parte jurídica solamente le planteará problemas en el País Vasco, que no dejará pasar la oportunidad de exigir el principio del GATT de la ‘Nación más favorecida’, ese que obliga a dar a los demás lo mismo que se conceda al más favorecido. Pero ese ‘más’, o bien no lo necesita nadie más que los dos partidos catalanes (amnistía) o bien solo lo quieren el PNV y Bildu (la autodeterminación). Más difícil será armonizar la parte económica. Aquí, con una buena mayoría de comunidades autónomas en manos del PP y con la seguridad de que todos quieren más dinero, aunque dudo que todos lo necesiten de verdad, se generalizará el egoísmo y el guirigay esta garantizado. ¿Consentirá la Extremadura pobre que se prime a la Cataluña rica? ¿No les duele eso a los socialistas y no digamos a los comunistas? Y ya puestos, ¿cuántas autonomías van a exigir su equiparación con el sistema vasco del Concierto? ¿Qué habría de malo en ello?

Y luego están las derivadas de la inacción. Estamos en el ecuador de la presidencia europea y el suceso más reseñable ha sido el sapo que ha tenido que tragar nuestra súperverde ministra de Transición Ecológica que pastorea a Europa en estos temas y que ese ha visto obliga a flexibilizar sus exigencias medioambientales en el mundo del automóvil, ante la grave afectación que provocaban en la producción europea. La preocupación de los empleos se ha impuesto sobre el cuidado de los pulmones. A lo cual ha contribuido eficazmente la constatación estadística de que con tales medidas no avanzábamos en el objetivo propuesto, pero si aumentábamos gravemente los daños indeseados.

También se ha atrasado la elaboración de los presupuestos que, con toda seguridad, no estarán listos antes de que amanezca el año próximo. Puede ser que Pedro Sánchez pretenda negociarlos a la vez que la investidura, a fin de extender su horizonte de tranquilidad. Pero ese deseo es tan inteligente como complejo. Una complejidad añadida a las actuales, que nos pocas.

Y en estas, Junts y ERC acuerdan mantener el reto y apoyarse mutuamente en las negociaciones en curso, lo que equivale a decir que se van a vigilar uno al otro para no ceder y quedar como el ‘blando’ en la negociación o el traidor a la ortodoxia. Si les creemos al pie de la letra, la investidura será imposible. Ni siquiera el ‘mago’ Sánchez, que es el hombre con menos escrúpulos morales, menos reparos jurídicos, más audacia política y mayor capacidad para cambiar de opinión cada minuto y siempre en la dirección de su conveniencia personal de toda Europa, podría aceptar el paquete completo. Cuanto más sube la factura y encarece el voto, más difícil será complacerles. Hasta ahora no dudaba de que el Amado Líder podría con todo, ahora ya no sé. Y eso que mi confianza en sus dotes negociadoras es ilimitada.