EL CORREO – 25/05/14
· Bélgica celebra hoy sus elecciones federales y regionales, en las que el separatista Bart de Wever volverá a ganar pero tiene muy difícil gobernar.
· El actual Gobierno, de 6 partidos con el socialista Di Rupo al frente, tardó 541 días en acordarse.
El corazón de la UE esboza un pequeño país de 11 millones de habitantes, de una extensión similar a Galicia y una idiosincrasia de lo más, digamos, peculiar. Porque Bélgica, la sexta potencia de la zona euro en términos de PIB y socio fundador de la UE, se apoya sobre un alambicado tablero político difícil de comprender incluso para los propios belgas. El trazo grueso habla de un país fracturado en dos: norte y sur, Flandes y Valonia, idioma flamenco y lengua francesa, ricos y menos ricos, independentistas y socialistas. En el este sobrevive un pequeño reducto de influencia alemana, y en medio, Bruselas, capital europea de la diversidad que acoge a miles de funcionarios de los 28 países de la UE y donde existe una abrumadora mayoría francófona.
En resumen, un complejísimo país que hoy vivirá su particular ‘Superdomingo’ electoral al coincidir los comicios europeos, los regionales y los federales. Y el voto es obligatorio, de ahí que el calificativo de súper no peque de excesivo. Según los sondeos publicados en los últimos días, los algo más de 6,5 millones de electores belgas apostarán, con ciertos matices, por mantener la actual jerarquía política del país. En Flandes volverán a ganar los independentistas de la N-VA liderada por el alcalde de Amberes, Bart de Wever (43 años), y en Valonia lo hará el Partido Socialista capitaneado por el actual jefe del Gobierno, Elio di Rupo (62). El primer ‘premier’ francófono de la reciente historia de Bélgica.
La gran incógnita no será tanto el resultado electoral que se produzca la noche de hoy –que también–, sino quién gobernará el país durante los próximos cinco años, qué coalición se formará para dirigir un Estado federal cada vez más confederal. Porque lo que mejor define la actualidad política belga es un dato: 541. Se trata de los días que el país estuvo sin Gobierno desde la celebración de los últimos comicios. Un periodo que comenzó el 13 de junio de 2010, cuando De Wever llevó a la N-VA a un resultado histórico en Flandes (el 27,8% de los votos), y que concluyó el 6 de diciembre de 2011, cuando Di Rupo (37,6%), vencedor en Valonia, fue elegido nuevo primer ministro sustentado por una coalición de tres familias políticas –socialista, democristiana y liberal– y seis partidos, dos de cada una de estas familias, tanto la versión francófona como la flamenca. Y es que una misma formación no se presenta en ambas regiones. Por ejemplo, hay dos partidos socialistas distintos.
El objetivo de este gran pacto fue primordialmente uno: aislar a De Wever para aplacar sus ansias independentistas basadas en su hartazgo de «subvencionar» a los belgas del sur.
El regidor de Amberes, bastión de una riqueza flamenca apuntalada en su puerto y en la industria del diamante fomentada por la comunidad judía ortodoxa, repetirá victoria. Y lo hará, según apuntan los sondeos con una mayor porcentaje de votos que hace cuatro años. Las encuestas han llegado a darle hasta un 32%, pero en el último tramo de campaña ha caído hasta algo menos del 29%.
Por su parte, la formación que lidera el actual primer ministro volverá a lograr una holgada victoria en Valonia, pero no tan aplastante como la de 2010, ya que se dejará diez puntos por el camino. Aun así, mantendrá una distancia de siete puntos con los Reformistas. Di Rupo es el político más valorado por los belgas ya que ha sido capaz de cerrar varias de las fracturas con las que el país llegaba a los comicios de 2010. Y lo ha hecho gracias al acuerdo alcanzado el pasado año para implantar la sexta reforma del Estado que descentralizará todavía más sus competencias.
La situación de ‘paz’ en el ámbito político belga es tal que la propia NVA de Wever ha centrado toda su campaña en los aspectos económicos y sociales, dejando en un muy segundo plano sus aspiraciones independentistas, confirmando así las conclusiones alcanzadas en el congreso de febrero. Más que una revolución, su hoja de ruta plantea una «evolución». Es decir, propone metas más realistas el marco europeo, alérgico a las aventuras separatistas.
Todo ello apoyado en un dato contundente y clarificador.
La N-VA es el partido más votado del país pero sólo el 20% de la población estaría a favor de la independencia. «Lo sabemos y también sabemos que la independencia en la Unión Europea es un camino muy complejo, y nosotros sí estamos a favor de Europa, uno de los grandes avances del último siglo», han confesado varios dirigentes. Su estrategia es clara, aferrarse a la realidad económica y trabajar para impulsar una Bélgica «confederal» que esté organizada en dos Estados, con Bruselas como capital, que trabajen bajo una misma marca: Bélgica.
EL CORREO – 25/05/14