La convocatoria del trece de diciembre en San Sebastián sobrepasa los límites de lo político para transformarse en una apelación a las conciencias, en una llamada a la consistencia moral. Acudir a ella será una excelente terapia contra el miedo que atenaza a demasiados vascos.
La plataforma ¡Basta ya! ha convocado una gran manifestación el próximo sábado en San Sebastián contra el Plan Ibarretxe. El significado de esta demostración pública, que se anuncia multitudinaria, de oposición a la propuesta del lehendakari para hacer saltar en pedazos el orden constitucional vigente y el marco de relaciones entre el País Vasco y el resto de España dentro la común matriz nacional, va mucho más allá de lo político para entrar netamente en el terreno de lo ético. Porque un proyecto de organización de la convivencia planteado de forma pacífica, democrática y respetuosa con los cauces institucionales existentes siempre es legítimo, incluso aunque su contenido no se ajuste a la legalidad en una determinada coyuntura histórica. Nadie discute la capacidad de los partidos políticos o las organizaciones sociales de poner sobre la mesa alternativas a la Constitución del 78 o a los Estatutos de Autonomía si desde su particular perspectiva estos instrumentos jurídico-políticos admiten mejoras sustanciales. Este tipo de debates es perfectamente posible en una sociedad abierta como la española y, de hecho, tales enfoques, incluido el Plan Ibarretxe, encuentran acomodo todos los días en los medios de comunicación y sus impulsores los defienden sin traba ni impedimento de ninguna especie. Por tanto, en un contexto de normalidad, tanto el propósito soberanista del Gobierno vasco como las tesis contrarias al mismo son admisibles en la esfera pública en pie de igualdad y los ciudadanos pueden ser llamados a participar y a pronunciarse asimismo libremente sobre las cuestiones discutidas.
Pero el Plan Ibarretxe es otra cosa muy distinta. De entrada no se produce pacíficamente dado que aquellos que persiguen los fines en él expuestos o algo muy parecido ya han asesinado a cerca de un millar de personas y el lehendakari y sus acólitos se han secado la boca de afirmar que su invento conseguirá acabar con la violencia, o sea, que la consagra como un método correcto de acción política. Además, su confesada intención de convocar una consulta popular fuera de las previsiones constitucionales lo sitúa claramente fuera de la ley. Y, por supuesto, no tiene nada de democrático porque la democracia casa mal con los tiros en la nuca a los discrepantes.
La convocatoria del trece de diciembre sobrepasa por consiguiente los límites de lo político para transformarse en una apelación a las conciencias, en una llamada a la consistencia moral. Acudir a engrosar las filas que recorrerán las calles de la capital de Guipúzcoa será una excelente terapia contra el miedo que atenaza a demasiados vascos y pondrá en evidencia que el terror no ha conseguido amilanar a muchos millares de donostiarras, cuyo compromiso con la decencia y con la libertad sigue insobornablemente en pie. Todos, pues, a San Sebastián, con buen ánimo, sin complejos y sin temor.
Aleix Vidal-Quadras, LA RAZON, 10/12/2003