ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

Según el último CIS, tanto PP como PSOE pierden el suelo de los cien escaños. Un batacazo sin precedentes

EL ascenso imparable de Ciudadanos en las encuestas ha conseguido unir en un sólido frente común a rivales irreconciliables: PP y PSOE. Los partidos hasta ahora hegemónicos, habituados a turnarse en el poder con el apoyo bien remunerado del nacionalismo, en caso de necesidad, soportan mal que venga un tercero en discordia a entrometerse en tan beneficioso arreglo. De ahí la escena de amor protagonizada ayer en las Cortes entre un Mariano Rajoy iracundo ante la acusación de mostrarse tibio en la aplicación del 155 y una Margarita Robles acudida presta a su rescate invocando el «interés del Estado». ¿Del Estado? ¡Un cuerno! Lo que interesa a unos y otros son los votos. Y ambos comparten idéntica frustración viendo cómo unos recién llegados les van comiendo el pastel. Según dos proyecciones distintas del último CIS, tanto socialistas como populares pierden el suelo de los cien escaños (95 ó 96 el PP, 88 ó 90 el PSOE), lo que constituye un batacazo electoral simultáneo sin precedentes. Y eso que la ley vigente, lejos de garantizar que todas las papeletas tengan el mismo valor, les beneficia con descaro tanto a ellos como a sus socios ocasionales, al primar el voto rural con respecto al urbano. De ahí que se resistan con tanto ahínco a cambiarla, incluso sabiendo que nos condena a estar en manos de gentes abiertamente hostiles a España.

Tampoco a estos árbitros pagados de la contienda, separatistas generosamente retribuidos con dinero y soberanía pertenecientes a los españoles, les hace gracia enfrentarse a una formación nueva, por el momento insobornable, que ha hecho bandera de la defensa de la nación y no está dispuesta a pagar el precio de sus chantajes. ¿Quién votó en contra del «cuponazo» merced al cual un residente en el País Vasco disfruta de una financiación muy superior a la de un madrileño, un valenciano o un andaluz? Ciudadanos. ¿Quién alzó ayer la voz en el Congreso para denunciar la utilización de dinero público en el proceso golpista perpetrado desde la Generalitat, la aceptación sumisa del sufragio emitido por dos prófugos de la justicia para elegir «president», la inacción gubernamental ante la constante propaganda sediciosa de TV3 o la vergonzosa inhibición de la inspección educativa en el caso de los hijos de guardias civiles y policías destinados en Cataluña, señalados y humillados en la escuela por sus propios profesores? Ciudadanos. ¿Quién ganó las últimas elecciones autonómicas celebradas en dicha comunidad autónoma? Ciudadanos. Esa formación se ha convertido en un auténtico dolor de muelas para los grupos cuya razón de ser es romper la nación española; quebrar la indisoluble unidad consagrada en la Constitución, utilizando además para ese vil propósito los derechos y garantías que consagra la Carta Magna. Una «parajoda» inaceptable, como diría el gran Cela, a la que ha llegado la hora de poner fin de una vez por todas.

En cuanto a Podemos, cuyo fulgor inicial ha ido perdiendo brillo hasta quedar expulsado del podio, las razones de la inquina son evidentes. Durante un breve período de tiempo ellos recogieron la indignación de muchos ciudadanos hartos de corrupción y mentiras. Luego se les vio el plumero y dieron la medida de lo que realmente son: populistas de vía estrecha dispuestos a pactar con quien sea, incluidos amigos de ETA o enemigos de España, con tal de medrar. Entonces muchos de esos apoyos huyeron a refugiarse en el partido naranja, convertido en última esperanza de escépticos y antídoto contra el desencanto imperante. «¡Todos contra Rivera!». La consigna corre de derecha a extrema izquierda y de izquierda a derecha extrema, sin olvidar al independentismo. Hay soledades que honran.