Hubo una época en la que Pedro Sánchez no era nadie en el PSOE y, desde luego, no era presidente del Gobierno de España. Ahora lo es todo en el PSOE, presidente desde 2018 y secretario general de su partido desde 2017, cargo que ya había ocupado entre 2014 y 2016, antes de su defenestración y posterior retorno a la secretaría general en junio de 2017.
Fue elegido sucesor de Rubalcaba tras los malos resultados cosechados por el PSOE (14 eurodiputados) en las Elecciones Europeas del 25 de mayo de 2014, aquellas en las que se produjo la implosión de Podemos con cinco eurodiputados y la irrupción de Ciudadanos con dos. Diez años se cumplen esta misma semana de aquel terremoto político. Y Sánchez, hijo de aquel momento histórico que abrió paso a la «nueva política» caracterizada por la mercadotecnia, la publicidad y la propaganda, es el único líder que sigue vivo, habiendo dejado desde entonces un buen número de cadáveres políticos en su camino. Tras la dimisión de Rubalcaba, Sánchez fue elegido secretario general del PSOE tras vencer a Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, sus dos primeras víctimas políticas. A los pocos meses, en febrero de 2015, inició su purga interna y destituyó a Tomás Gómez como secretario general del partido en Madrid, una de sus primeras víctimas.
En las elecciones generales de diciembre de 2015, el PSOE fue segunda fuerza con 90 diputados, y tras rechazar la opción de posibilitar la investidura de Mariano Rajoy, Sánchez llegó a un acuerdo con Ciudadanos y sus 40 diputados para ser investido, pero Podemos, con 69, se opuso a apoyar aquel pacto. En aquella época, Podemos era para Sánchez lo que ya todos sabíamos: una formación populista que no iba a traer la regeneración democrática sino la polarización política y el enfrentamiento, tal como los hechos confirmaron luego. Pero ello no evitó que cuando los necesitó para llegar a la Moncloa, pactara con ellos.
En las elecciones de junio de 2016 el PSOE logró su mínimo histórico: 85 diputados. Y tras el pacto del PP con Ciudadanos para investir a Rajoy, se negó a abstenerse para permitir un gobierno en minoría de 169 diputados: fue la época del «no es no». Al no cuajar la mayoría alternativa que intentó conformar, presentó su dimisión como secretario general y, antes de la investidura de Rajoy gracias a la abstención del PSOE, entregó su acta de diputado.
La moción contra Rajoy
Sánchez inicia una gira al volante de su coche y la aplicación de su propio manual de resistencia, y se reúne con miles de militantes de base de diferentes partes de España. Su objetivo de recuperar el poder en el PSOE lo alcanza tal día como hoy de hace siete años (21 de mayo de 2017). Sus rivales en el proceso de primarias a las que a continuación convirtió en víctimas fueron Susana Díaz y Patxi López, a quien convirtió años después en su portavoz y mano derecha en el Congreso de los Diputados. Al final de ese mismo año apoya la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española en Cataluña tras la proclamación unilateral de independencia. Años después indultó y amnistió a sus responsables después de haber prometido no hacerlo nunca, y su partido hermano, el PSC, más nacionalista que de izquierdas, acaba de ganar las elecciones autonómicas en Cataluña.
Tras la sentencia de la Gürtel en 2018, el PSOE presenta y gana una moción de censura a Rajoy con la bandera de la lucha contra la corrupción y la regeneración democrática, merced a la cual es elegido presidente del Gobierno de España el 2 de junio de 2018 gracias a todos los que hoy siguen siendo sus socios. Koldo en aquella época todavía era portero de discoteca, supongo. Y Mariano Rajoy pasaba a mejor vida.
Tras las primeras elecciones de 2019, no alcanza un pacto con Podemos tras intentarlo durante semanas, por lo que se convocan nuevas elecciones, tras las cuales pacta con Podemos en apenas dos días el primer gobierno de coalición de nuestra democracia y convierte a Pablo Iglesias en su vicepresidente, aquel con el que se comprometió a no pactar porque tal cosa le impediría dormir por las noches. Todo era mentira. Después llegaron fenómenos naturales como el Covid, el volcán de La Palma, la traición al pueblo saharaui o la ley del «solo es sí», gracias a la cual centenares de condenados por delitos sexuales vieron sus penas reducidas o incluso excarcelados, lo que supuso el final político de Irene Montero, otra de sus víctimas tras saber Sánchez salir indemne de aquel escándalo.
Rivera, su propia víctima
Antes de la formación del gobierno de coalición, Albert Rivera dimitió como consecuencia del hundimiento electoral de Ciudadanos, que pasó en unos meses de 57 a 10 diputados, tras negarse a negociar con el PSOE. De haber ganado las elecciones autonómicas en Cataluña con Inés Arrimadas, haber estado a punto de ser vicepresidente de Sánchez e incluso haber aspirado a ser presidente del Gobierno, Rivera pasó en apenas año y medio a dejar la política. Rivera fue su propia víctima pero también fue víctima de Sánchez, quien lo supo utilizar en el momento apropiado.
Tras la moción de censura sufrida por Rajoy, Pablo Casado fue nombrado presidente del PP en julio de 2018. Además de a la competencia de Ciudadanos tuvo que enfrentarse al surgimiento de Vox, formación a la que Sánchez ayudó a crecer para dividir a la derecha e impedir que formara gobierno. Casado, tras sus idas y venidas con Vox, con quien nunca tuvo claro cómo relacionarse, terminó dimitiendo y abandonando la política tras un agrio enfrentamiento con Isabel Díaz Ayuso. Se convertía en otra de las jóvenes promesas que no han podido sobrevivir a Sánchez.
Sumar se convierte así en un instrumento que utilizará Sánchez para debilitar a Podemos, enterrar definitivamente a Iglesias y permanecer en la Moncloa
Siendo Iglesias vicepresidente de Sánchez, decide dimitir para ser candidato a presidir la Comunidad de Madrid y «luchar contra el fascismo», pero sufre un estrepitoso varapalo electoral. En apenas unos años, pasó de pretender asaltar los cielos y superar al PSOE a fracasado, y de ser vicepresidente de Sánchez a ejercer de tertuliano, montar un canal de YouTube y crear una TV en Internet. Y si te he visto no me acuerdo.
Siendo Iglesias vicepresidente y tras purgar a todos sus adversarios en Podemos, nombra a Yolanda Díaz como ministra y su sucesora en la formación morada. Y tras una enorme campaña de propaganda y con el apoyo del propio Gobierno Sánchez, crea su propia formación política para sustituir a Podemos. Sumar se convierte así en un instrumento que utilizará Sánchez para debilitar a Podemos, enterrar definitivamente a Iglesias y permanecer en la Moncloa. Y Díaz, que parecía iba a comerse el mundo, se encuentra hoy en franco retroceso, convertida en comparsa de Sánchez para agrupar los votos a los que no llega el PSOE y entregárselos luego. Su extinción política es cuestión de tiempo.
Así que, antes o después, Sánchez convierte a todos sus oponentes internos y adversarios externos en cadáveres políticos. Y si no los ha convertido en cadáveres aún, es porque todavía puede utilizarlos o porque le ha faltado tiempo. Porque a los ya señalados puede sumarse otros cuantos desaparecidos o a punto de desaparecer del mapa político, como Pere Aragonés, Oriol Junqueras y hasta Puigdemont si no logra su objetivo de ser presidente de la Generalitat de Cataluña. Entre otros. Y todo ello gracias a su ausencia de principios, su capacidad de mentir y sus dotes de estratega. Su última pirueta fueron los cinco días de «reflexión» que se tomó para cambiar el marco, desviar la atención y acumular fuerzas. Y todo mientras coloniza todas las instituciones del Estado y pretende controlar la Justicia y cercenar a los medios de comunicación críticos. Así que, a pesar de que lo hemos dado por muerto en innumerables, ahí sigue, gracias también a la torpeza de sus adversarios.
Elecciones generales en otoño
Si el PP gana claramente las elecciones europeas, es posible que Sánchez convoque elecciones generales en octubre; y si no las gana, también, dado que carece de apoyos al frente del Gobierno. Su idea fuerza vuelve a ser acumular todas las fuerzas supuestamente progresistas, incluidos los más reaccionarios del panorama político, para parar a la derecha y a la derecha extrema, aunque cuente entre sus socios con la extrema derecha independentista que quiere romper España. Y, con seguridad, empleará algún as que guarde bajo la manga. A quien no va a convertir en su víctima es a Abascal, a quien necesita para seguir siendo presidente del Gobierno de España. Feijóo debe espabilar si no quiere convertirse en su próxima víctima.