Pablo Martínez Zarracina-El Correo
- Este año la ‘rentrée’ consiste en anunciar un otoño caliente sobre 300.000 hectáreas de ceniza
Termina un verano que no ha tenido canción ni serpientes de verano. Tampoco piedad. El curso se cerró con aquel pleno sobre corrupción en el que saltaron chispas: Sánchez le mentó a Feijóo al narco y Feijóo le mentó a Sánchez las saunas del suegro. Se esperaba que las vacaciones enfriasen los ánimos, pero en agosto todo ha sido combustión. Comenzaron echando humo los currículos llenos de trolas de los políticos del país. Después ardieron los montes llenos de maleza y fue mucho peor. En ambos casos, el show polarizador comenzó en Twitter de un modo similar: a través de un ministro de Transportes que lo que consigue que se mueva por España de un modo infalible, puntual y velocísimo no son los trenes sino la propaganda.
El anuncio de un otoño caliente se vuelve absurdo sobre las cenizas de trescientas mil hectáreas y sobre una montaña de incompetencia y ventajismo a repartir. Nuestra política ha aprendido que lo suyo no son las soluciones sino el relato, mientras el Estado compuesto es una ventajosa guerra de trincheras en la que todo es inmovilidad y desgaste. Imposible mejorar la perspectiva de un septiembre que será, como todos, favorable a los diluvios y las inundaciones, pero que llega encrespado además de alta presión preelectoral y fenomenología relacionada con la UCO. Bueno, esperen. Quizá sí se pueda mejorar. Ayer el líder de la oposición abrió el curso político en Galicia y al final de su intervención bajó la mirada para leer lo que debía transmitirles –inspirador, confiado, energético– a los suyos. «¡No bajéis nunca la mirada!», recitó. Por su parte, el presidente del Gobierno concede hoy la primera entrevista en más de un año y lo hace en una televisión pública dispuesta a enseñarnos por las malas que la alternativa a Belén Esteban son las tertulias fratricidas en turno de mañana, tarde y noche.
Lo peor de la ‘rentrée’ es que va en serio. Incluso el término escapa al galicado desmitificador que tan bien nos funciona en ‘virulé’, ‘demasié’ y ‘remanguillé’. Debería ser al menos la ‘rentré’, así, sin la mínima opción sofisticada. Dícese del regreso a la actividad normal tras las vacaciones en el que todo el mundo finge no saber que lo que viene tras las vacaciones va a ser de todo menos normal.
Carteles y facturas
El diputado general de Álava estuvo ayer en el Día de la Cofradía de Llodio y, al encontrarse con la infalible cartelería que distingue toda fiesta patronal vasca, denunció vía Twitter: «No debemos asumir con normalidad lo que no es normal». Ayer mismo leíamos en estas páginas cómo Ramiro González denunciaba los carteles de apoyo a los presos de ETA esbozando enrevesadas teorías que cristalizaban en axiomas asombrosos. Por ejemplo, que ETA luchó «fundamentalmente contra el pueblo vasco». Llama mucho la atención que sorprenda ahora por el lado de «la ocupación del espacio festivo» que haya carteles en favor de los presos allí donde siempre hubo comparsas y cuadrillas que tienen a los presos de ETA como razón fundacional.
Si me preguntan, este año el fenómeno en el espacio festivo vasco ha sido otro: la escasísima combatividad contra la factura electrónica obligatoria y sus impulsores políticos. Mira que podrían haberse pintado murales denunciando el abuso y el expolio. La persecución. ‘Guernicas’, por ejemplo, compuestos con pañuelos de fiestas y tickets de barra. Pero nada. Como si hubiésemos dado de pronto con un límite de la rebeldía innegociable: la negociación ventajosa con Hacienda.