Pedro Chacón-El Correo

  • No es que Urkullu parezca ahora discrepar de Ortuzar, es que la nave jeltzale está virando sobre la investidura de Sánchez y al timón está el lehendakari

El manifiesto escepticismo que ha demostrado Iñigo Urkullu en su última comparecencia ante los medios, con motivo del balance de su viaje a Japón, añade una variante muy llamativa respecto a lo que es la posición política de su partido en el tramo final de las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez. Pero no creo que sea por diferencia de opiniones entre lehendakari y partido. Más bien asistimos a un posicionamiento de todo el PNV en el tramo final de la negociación para la investidura, que veremos cómo acaba.

Vaya de entrada la sonrisa sardónica que dibujó el interfecto en su rostro -y ya es difícil arrancarle algo así en comparecencia pública- cuando, después de explicar el viaje a Japón en 15 minutos de reloj, los periodistas pasaron ya a la política interior española, que ocupó el resto del tiempo hasta los 45 minutos que duró el acto. De modo que quedó claro que el viaje a Japón no le interesaba a nadie, o a casi nadie, salvo a quienes elaboran y consumen la política exterior del Gobierno vasco a beneficio de inventario ideológico.

Dos fueron las ideas clave, a mi juicio, en el análisis político del lehendakari. La primera, el escepticismo evidente que transmitió en cuanto a las posibilidades de que salga elegido Pedro Sánchez en la investidura y, sobre todo, que pueda construir un Gobierno estable. Y ahí no dejó títere con cabeza. Bajo la premisa de que el interesado necesitará todos los votos todo el tiempo, hizo un repaso general de la situación. De EH Bildu, porque ha sido el único que ya ha dado su voto favorable a la investidura, y con eso parece que ya le vale, a la espera -suponemos nosotros- de sacar los réditos más adelante. De ERC, porque solo está hablando de apoyar la investidura, pero en ningún caso la legislatura. De Puigdemont, porque él no es el único problema, ni mucho menos, con lo cual ya estaba diciendo bastante. Y hasta entró en el tema de la posible futura incompatibilidad entre Sumar y Podemos, con una Ione Belarra pidiendo la ruptura inmediata de relaciones con Israel.

Pero donde más se apreció la novedad de su postura -y con ella, la de todo el PNV- fue, a mi juicio, en el interés por recalcar que es él, como lehendakari, quien tiene la llave de la fecha de las elecciones autonómicas y que nada le iba a poner nervioso para adelantarlas o para especular con su posible fecha, corrigiendo voces hasta de su propio partido. Lo cual no deja de resultar chocante, por cuanto siempre ha sido regla de oro en el PNV que la política del lehendakari nunca se hace sin contar con el visto bueno de Sabin Etxea, dada la bicefalia con la que funciona el partido.

Pues bien, en esta ocasión no hubo ninguna referencia a Sabin Etxea, sino que el lehendakari dejó muy claro que es él y solamente él quien decide cuándo se disuelve el Parlamento vasco y cuándo vamos a elecciones. Lo reiteró un par de veces por lo menos, en euskera y en castellano: que a él nada le pone nervioso y que a él nada le preocupa al respecto.

Así quedó patente que el análisis político que hizo de la situación española no está al alcance de nadie más dentro de su propio partido, ni siquiera de Andoni Ortuzar. De donde se deduce que quizás no estamos sabiendo leer bien la política que practica este PNV. Por eso es que la bicefalia hay ocasiones muy señaladas, como esta que nos ocupa, que no cuela, por decirlo claro. Y no cuela cuando por el medio hay un político como Iñigo Urkullu, que domina absolutamente todo lo que se mueve en su partido, no ya solo en su Gobierno. Es lo que pasa cuando alguien ha sido cocinero antes que fraile, o presidente del PNV antes que lehendakari.

Lo dijo una vez José Luis Bilbao en una entrevista: Iñigo Urkullu es el ‘boss’ del PNV. El exdiputado general quizás quería lisonjearle cuando en realidad estaba describiendo la vida interna real de un partido en el que Urkullu ha recorrido todos sus escalones y ha situado en los puestos que él ha ido dejando a quienes él ha querido. Lo controla todo y por eso no es posible, en modo alguno, que sus criterios no solo no sean tenidos en cuenta, sino que ni siquiera se considere esa posibilidad. Dicho de otro modo, no hace falta que tenga voz pero no voto en las deliberaciones del Euskadi buru batzar para que sus miembros sepan perfectamente qué es lo que quiere el jefe.

Otra prueba más de su preeminencia es que él es quien elabora siempre los análisis políticos e ideológicos. La última demostración fue el artículo que publicó justo antes de marcharse a Japón, o antes los que ha sacado hablando de convención constitucional, de nación foral o de concierto político. En definitiva, no es que Urkullu parezca ahora que discrepa de Ortuzar, es que la nave jeltzale está virando porque no lo ve nada claro y al timón está Urkullu.