- El problema de fondo es siempre el mismo: la legitimidad del Estado de Israel. La idea de que su creación fue un artificio neocolonial es un mantra que los árabes repitieron durante décadas y que ahora es patrimonio de islamistas e izquierdistas. Este es el núcleo del nuevo antisemitismo y la cuestión de fondo
Las calles de la Vieja Europa se llenan de manifestantes en favor de una Palestina independiente y en contra de un Israel genocida, piden el fin del conflicto y, en muchos casos, una Palestina «del río al mar». Esta intensa expresión de empatía y solidaridad merece tanto un análisis como una valoración porque, sin lugar a duda, dice mucho de nosotros en unos momentos tan delicados como los que estamos viviendo.
La primera duda que surge al observador es ¿Por qué ahora? El conflicto comenzó el 7 de octubre de 2023, con un atentado terrorista que pasará a la historia por la inusitada crueldad con la que se ejecutó. No se trataba sólo de matar a un número muy elevado de israelíes, sino de dar testimonio de sadismo. Han pasado dos años desde entonces, pero las manifestaciones llegan ahora, cuando se ha iniciado el proceso diplomático que puede llevar a la paz y a la retirada de las fuerzas israelíes de la Franja.
La segunda duda tiene que ver con la singular confusión entre el grupo terrorista e islamista Hamás con la causa palestina. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, intervino recientemente en la sesión de apertura de Naciones Unidas con un discurso en el que insistió en que Hamás no representaba a Palestina y que el futuro pasaba por su rendición y un gobierno sin su presencia. Una posición, por lo demás, sustentada por los estados árabes de referencia. Si tan evidente es ¿Cómo es posible que dirigentes políticos, medios públicos y privados, así como manifestantes caigan en tan elemental error?
La tercera se refiere al papel de la sociedad gazatí. Los estados árabes y la propia Autoridad Palestina subrayan que son víctimas de Hamás, al provocar la guerra en primer término y al convertirlos en escudos humanos en segundo. Serían por lo tanto víctimas inocentes de un conflicto que no han buscado. Afirmación, por otro lado, que requeriría de importantes matizaciones. Sin embargo, nuestros queridos manifestantes se refieren a ellos como valerosos resistentes frente al invasor sionista y mártires de una causa justa.
Por último, plantean la urgente necesidad de un proceso de paz al que Israel llegaría con el doble atributo de potencia agresora y actor genocida, aunque la agresión corrió a cargo de Hamás y ningún tribunal internacional se ha pronunciado todavía al respecto ¿Qué sentido tendría asistir a una parodia de esas características? ¿Qué papel jugaría Hamás? ¿Cuál la Autoridad Palestina?
Tratemos de encontrar respuestas a estas preguntas.
Se manifiestan precisamente porque perciben que el conflicto está próximo a finalizar, con la derrota de Hamás, el triunfo de Israel y la mediación diplomática de Estados Unidos. Tres realidades inasumibles para la izquierda radical del Viejo Continente, que ha encontrado en el islamismo un compañero de viaje en su objetivo de deconstruir Occidente. Es evidente que Hamás atenta contra muchos de sus objetivos programáticos, pero esa contradicción la resolvieron hace tiempo ¿Recuerdan la Alianza de Civilizaciones? Concediendo que no había valores universales sino realidades culturales igualmente legítimas la contradicción quedaba resuelta.
El islamismo es un aliado de la nueva izquierda, pero no los estados árabes de referencia, que sí lo son de Occidente y, especialmente, de Estados Unidos. Los ‘Acuerdos Abraham’ supusieron un desastre para estas formaciones políticas, pues consolidaban un vínculo diplomático, económico de Inteligencia y defensa entre esos estados e Israel, con el respaldo tanto de Estados Unidos como de la Unión Europea. De ahí la necesidad de legitimar a Hamás, a pesar de los pesares. Si ETA forma hoy parte, con otro nombre, de la mayoría parlamentaria en España ¿Por qué no aceptar a Hamás como compañero de viaje?
Los gazatíes tienen que ser resistentes porque no pueden aceptar que sean escudos humanos y que, por lo tanto, el alto número de bajas sea responsabilidad de Hamás, no de Israel. Igual que sus socios islamistas la izquierda europea no tiene reparo en utilizar su sufrimiento en beneficio partidista, movilizando a la población mediante primarios mecanismos sentimentales.
El problema de fondo es siempre el mismo: la legitimidad del Estado de Israel. La idea de que su creación fue un artificio neocolonial es un mantra que los árabes repitieron durante décadas y que ahora es patrimonio de islamistas e izquierdistas. Este es el núcleo del nuevo antisemitismo y la cuestión de fondo. Hamás inició la guerra sabiendo que la iba a perder en clave convencional, pero que la podía ganar en el entorno cognitivo. Israel debería quedar aislada internacionalmente en el altar de los mártires gazatíes. De no ser así ¿Qué sentido habría tenido desencadenar el conflicto? Un Israel culpable y genocida haría inviable el proceso abierto con los ‘Acuerdos Abraham’, obligaría a los estados árabes a romper lazos, haciéndose más vulnerables, y llevaría a un definitivo divorcio con la Unión Europea.
Cuanto más evidente resulte la derrota de Hamás más enconada será la presión de la izquierda para salvar su causa, con el Gobierno español a la cabeza. La lógica de la Alianza de Civilizaciones sigue su curso. Es poco probable que cuestione el futuro de Israel, pero el daño que está haciendo a la democracia europea, en general, y a la española, en particular, es innegable.