ALBERTO AYALA-EL CORREO

Tras el tsunami político que el presidente Pedro Sánchez nos regaló el sábado ya tenemos al nuevo Gobierno en marcha. Ayer juraron sus cargos los nuevos ministros y quienes cambian de cartera. Y hoy se reúne el remozado Consejo de Ministros. Sánchez se ha buscado casi un culpable para cada uno de los problemas y fracasos que acumula. Objetivo, forjar una coraza que le permita rearmarse y dar la vuelta a las encuestas. De la macrorremodelación persisten notables dudas. Entre las más relevantes, lo sucedido con José Luis Ábalos, ya exministro y ex secretario de Organización del PSOE. Los auténticos porqués de la caída en desgracia de uno de los fieles entre los fieles a Pedro Sánchez, que ha vuelto a evidenciar que su ambición está por encima de principios y personas.

Sánchez es consciente de su delicada situación. De lo que le aguarda. Y de que difícilmente podía continuar con una parte del partido discutiendo públicamente sus decisiones. Si habrá o no reencuentro interno en el PSOE lo veremos en el congreso que celebrará en otoño. No parece sencillo, pese a los guiños que ha hecho Sánchez en esta remodelación.

Y es que si algo ha originado diferencias internas en el PSOE han sido Cataluña, las relaciones con el independentismo y, sobre todo, los indultos parciales a los nueve líderes del fallido ‘procés’ condenados por sedición. Era previsible que Junqueras y sus compañeros salieran de la cárcel sin esbozar arrepentimiento alguno por haberse saltado la ley, por más que el PNV se empeñe en negarlo por conveniencia partidaria. También que el president Aragonés y el Parlament les recibieran con trompetas y fanfarrias.

La prudencia parecía aconsejar que las cosas quedaran ahí para que los indultos sonaran a invitación al reencuentro, como quiere Sánchez, y no a tomadura de pelo. No ha sido así.

Los neoconvergentes corrieron a Waterloo a postrarse de hinojos ante Puigdemont. Los republicanos se plantaron primero en Suiza para abrazar a Marta Rovira -una de las grandes culpables de que el expresident no renunciara en su día a la declaración unilateral de independencia y convocara elecciones- antes de ir a Estrasburgo a tratar de mantener viva la llama secesionista en Europa.

El odio visceral que se profesan Puigdemont y Junqueras llevó al expresident a no acudir a Estrasburgo. Luego, cuando el republicano decidió encontrarse con él en Waterloo, ni siquiera se dignó a salir a recibirle a la puerta. Al final hubo foto, sí, la de una gran mentira.

Para cerrar el círculo la Generalitat se ha sacado de la manga un fondo de 10 millones de euros para cubrir la responsabilidad patrimonial que, según el politizado Tribunal de Cuentas, han contraído decenas de cargos durante el ‘procés’. Una triquiñuela con aroma a ilegalidad.

Cualquiera diría que estos y otros movimientos no invitan al optimismo. Pero no faltan quienes sostienen que todo forma parte de una gran mascarada para que ERC se consolide al frente de las instituciones catalanas, como paso previo a un acuerdo político y económico con Madrid que se sometería a votación entre los catalanes, y que dejaría atrás la aventura secesionista. Eso sí, previa ruptura a finales de 2022 para que ambas partes puedan afrontar con las manos libres las diferentes elecciones de 2023. ¿Demasiado maquiavélico? Yo no lo descartaría.