- Ofende que tras el esperpento con Puigdemont salgan a decir que «el Gobierno garantiza que España es un Estado de derecho donde las leyes se cumplen»
Un fugitivo huido en el extranjero, reclamado por el Supremo desde hace siete años y con orden de busca y captura en vigor, anuncia con cinco días de antelación que va a plantarse en España. Llega a Barcelona el martes, de manera clandestina. Pero el día antes de aparecer incluso concreta en un comunicado lugar y hora. Imposible que la poli no lo trinque.
Día de autos. Aparece en una calle de Barcelona de buena mañana, acompañado por solo cuatro personas. Pero allí están también un fotógrafo de Efe y un reportero de un periódico, que por tanto lo han localizado. Sin embargo, la Policía catalana no ha podido. Y el CNI, la Policía Nacional y la Guardia Civil, tampoco. ¿Han perdido de repente los cuerpos de seguridad españoles su probada capacidad? No. Simplemente Sánchez, Marlaska y Margarita les han prohibido intervenir.
Jueves por la mañana. El prófugo se va paseando por el centro de Barcelona del ganchete con el presidente del Parlamento catalán, un delincuente golpista como él, condenado a 10 años por sedición, y de otros conmilitones de su partido y varios simpatizantes. Luego se sube a un estrado, montado en su honor desde el día antes, en una zona vigilada por una malla de policías, que rodea a los 3.500 seguidores que han acudido a agasajarlo y controla también una manifestación de Vox. Sube al escenario, habla, pero ninguno de los agentes catalanes actúa. Abandona la escena por una puerta del fondo, baja a pie de calle, se sube a un coche blanco y se larga. Todo con el apoyo de dos agentes de los propios mossos.
Cuando el chófer del fugitivo ya acelera rumbo a Francia, las fuerzas de seguridad del Gobierno separatista inician un simulacro de control de carreteras, que llaman hiperbólicamente «Operación Jaula», cuando deberían denominarlo «Operación coladera». El fugitivo burla de tacón todos los controles, en un país donde si vas al volante asomando una lata de cerveza por la ventanilla puedes encontrarte con un helicóptero policial sobrevolándote la cabeza. El milagroso prófugo les da esquinazo a todos como si fuese una mezcla de James Bond, Houdini y el Hombre Invisible.
La prensa de medio mundo se chotea de España y habla de «circo». ¿Y el Gobierno español? Pues ha cerrado la tienda en agosto (lo cual no se nota, pues no gobierna, es solo un órgano de propaganda). Agenda del Gobierno de España en esta semana que concluye:
-Lunes 5 de agosto: Pilar Alegría asiste a los Juegos. Única actividad.
-Martes 6 de agosto: cerrado por vacaciones, nada de nada (ese día, por ejemplo, la vice Yolanda estaba pegándose una cena por Bayona con su hija y unos amiguetes, encantada de haberse conocido mientras se pavonea por el local con sus shorts negros).
-Miércoles 7, día en que Puchi anuncia que llega al día siguiente: Elma Saiz, ministra de la Seguridad Social, tiene un encuentro en Rumanía. Y nada más.
-Jueves 8, día del circo de Puigdemont: Bolaños está en París viendo pruebas deportivas. Pero ni palabra del asunto.
-Viernes 9, ayer: Bolaños sigue en los Juegos, pero antes de irse a las canchas da un canutazo ante la Embajada de España. ¿Y qué dice? Pues se lava las manos y explica que todo era competencia exclusiva de los mossos. Resta importancia a que un país como España sea incapaz de ejecutar una orden de detención del Supremo. Nos explica que lo único relevante es que Illa ya es presidente («lo fundamental es que se abre una nueva etapa en Cataluña»). Elogia a la Policía catalana, esa que la ha cagado por todo lo alto y hasta es cómplice en la fuga: «Todo el respeto para los mossos». Y carcajeándose ya de los españoles asegura que «desde el Gobierno garantizamos que España es un Estado de derecho donde la ley se cumple». Como traca final, un elogio al «patriotismo inteligente de Pedro Sánchez».
(Todo esto sucede en un país donde el Gobierno responde como rápida fiereza para detener a Nacho Cano por una posible irregularidad laboral, o donde es igualmente raudo para poner a parir y hasta denunciar al juez que investiga a la mujer de Sánchez).
Mire, Bolaños, podemos entender que usted sea un fanático de su causa socialista y que albergue un odio cerril a sus adversarios. Es repelente, pero es el juego de la política. Podemos entender, aunque no compartir, que intente que su partido gane elecciones y que haga propaganda tramposa. Podemos entender incluso su lealtad a su jefe de filas, aunque resulte un tanto canina. Pero lo que no entendemos y nos ofende es que tome a sus compatriotas por absolutos imbéciles, como hizo con sus declaraciones de ayer.
Ustedes se han inhibido para no molestar a Puigdemont, el carcelero de Sánchez, y han pactado con él. El «patriotismo inteligente del presidente» consiste en ir vendiendo a España a trozos en el mostrador de los separatistas por unos mesecitos más de poder. Los mossos son un cuerpo turbio, que sirve al poder nacionalista y que ha traicionado reiteradamente los intereses de España y su legalidad (amén de sus múltiples escándalos internos). Y usted, Félix, es un felón como el ala de un avión, que no ha movido la patilla de una gafa para intentar que en Cataluña sigan vigentes la ley y el Estado de derecho. Y eso ocurre solo porque el PSOE ha llegado a la desoladora conclusión de que España y su Constitución deben ser traicionadas si así conviene al ombligo de Sánchez.
Puede que sigan meses en el coche oficial. Pero les espera una amarga y larga penitencia. Tanto usted como su jefe no podrán entrar jamás tranquilos a un bar de ningún lugar de España. Los pueblos tienen memoria y dignidad, y han abusado de ambas. Roma no paga a traidores.