Kepa Aulestia, DIARIO VASCO, 3/12/11
La segunda semana tras las generales ha ofrecido retazos que auguran una legislatura inolvidable en medio de la crisis
Las elecciones generales del 20-N volvieron a ser ese rubicón tras el cual todas las organizaciones esperan salir fortalecidas mientras confían en que los adversarios modifiquen sus postulados a causa del escrutinio. Solo perdió el partido socialista, los demás ganaron. Aunque es posible que esta vez sean los vencedores, con los populares a la cabeza, quienes varíen algunas de sus posiciones mientras los derrotados tienden a agazaparse reiterando en voz muy tenue lo que predicaron durante la campaña. Es el reencuentro con la realidad después de soñar con la fortuna del voto. Son los contactos postelectorales que se han sucedido durante la semana, en los que los interlocutores vuelven a ser los mismos aunque traten de verse distintos. Las secuencias se suceden a la espera de que alguien aporte un hilo conductor.
Primera toma de contacto: Rajoy se deja ver por fin. Quizá no tanto por dar señales de vida como para cerciorarse de si alguien le está esperando ahí fuera. La semana no le ha ido tan mal con los mercados, la prima de riesgo parece más dócil, pero probablemente se trata de un espejismo. Su llamada al esfuerzo de todos en la noche electoral pudo representar tanto el anuncio de un tiempo en el que las decisiones sean compartidas como la advertencia de que no tendrá empacho en sacudirse responsabilidades. Esto último podría ser chocante con una mayoría absoluta. Pero en ningún caso inconsecuente con la precavida aproximación de Rajoy a los asuntos de gobierno, con su peculiar manera de restituir la confianza que prometió devolver a los españoles. Resulta premonitorio que su primera semana crucial, la que desembocará en la cumbre europea del próximo 9 de diciembre, sea representado por el leal Zapatero. La X Legislatura no ha dado comienzo aun, pero promete ser singular.
Segunda toma de contacto: los socialistas se dan cita en los lugares comunes del qué hacer. Todos sus dirigentes se inclinan por un debate de ideas sin que, por supuesto, aporten ninguna. Casi todos coinciden en ensalzar moralmente la moral de Rubalcaba, su entrega y tesón ante unas elecciones perdidas de antemano, y casi todos eluden valorar políticamente su figura. Entre líneas algunos parecen apuntar: «Ya que ha tenido la generosidad de representar al partido en momentos tan difíciles, se le agradecería que continuase con su sacrificio haciéndose cargo de la maltrecha herencia hasta que veamos alguna luz». Pero no se sabe si el empecinamiento de Alfredo Pérez se debe a su resistencia a verse orillado tras la proeza, o a su negativa a dejar el menguado patrimonio en manos de algunos y algunas. En cualquier caso, pocas luces cabe esperar de aquí a febrero cuando las energías se agotan en la ordenación de las piezas de la nomenclatura socialista en medio de un ‘todo es posible’ que unos entonan crédulos y otros atienden con desdén.
Tercera toma de contacto: empresarios y sindicatos son invitados, emplazados o conminados por Rajoy -nunca se sabe- a ponerse de acuerdo sobre la reforma laboral a plazo fijo. Ambas partes se comportan con total corrección, y solo a Méndez se le escapa un inaudible «la UGT no se siente compelida ni presionada». Porque, como ocurriera con la anterior reforma, ambas partes albergan la inocultable certeza de que el nuevo Gobierno se encargará del asunto. Claro que si la crisis ha limitado el papel de las instituciones públicas, patronal y centrales sindicales deberían pensar en qué medida ha mermado el suyo. Ni siquiera pueden jugar a lo que jugaron hace ahora un año. La impotencia de las instituciones no es mayor que la de los actores del diálogo social, sobre todo si éste se vuelve estéril.
Cuarta toma de contacto: el rubicón electoral ha dado paso a una discusión presupuestaria de todos con y contra todos en Euskadi. Pero no logra convertirse en una oportunidad para la diferenciación ideológica. Las identidades se vuelven confusas en la diatriba, dando lugar a un significativo intercambio de papeles en función de si se está en el Gobierno o en la oposición. El PNV se muestra inflexible con el Presupuesto del Ayuntamiento de Bilbao, pacta el de la Diputación vizcaína con el PP y asume la defensa del gasto social frente al Ejecutivo socialista. El PSE-EE ocupa las posiciones inversas, mientras Bildu tacha de derechista el entendimiento entre jeltzales y populares en Bizkaia recortando en Gipuzkoa, y el PP vasco salda su decepcionante cuenta electoral apostando por la estabilidad institucional y desestabilizando al lehendakari López. El debate presupuestario no ofrece un terreno de confrontación ideológica cuando las restricciones se convierten en la coartada ideológica más socorrida. Los movimientos partidarios son meramente tácticos, su finalidad es ensanchar el campo de cada cual, aunque puede que sus efectos no trasciendan más allá de las cuitas que se traen sus protagonistas. Quizá con la salvedad del estrechamiento del campo socialista.
Quinta toma de contacto: vuelve el tema de la paz, aparcado durante la campaña con la salvedad de algunos escarceos, y regresa a cuenta de los presos de ETA. La mayoría absoluta del PP convertida en una virtuosa posibilidad para abrir las puertas de las cárceles. Aunque también se podría vaticinar lo contrario, vista la encuesta del CIS al respecto. Nacionalistas y socialistas apelan a un cambio en la política penitenciaria para no quedarse descolocados frente a la marea Amaiur. Si lo están tratando en privado no se entiende por qué necesitan exteriorizarlo. Serán los preparativos de las autonómicas. Una vez más los nervios preelectorales jugarán a favor de la izquierda abertzale.
Kepa Aulestia, DIARIO VASCO, 3/12/11