IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Mientras los políticos se entretienen con sus cosillas, unas mociones de censura por aquí y unas dimisiones por allá, el país camina desangrado hacia un próximo futuro plagado de incertidumbre. La esperanza se concentra en una pronta vacunación, que se ha visto alterada por las dudas surgidas con AstraZeneca, y en unas ayudas europeas de las que no sabemos nada. Bueno sí, sabemos que quedan pocas semanas para que venza el plazo de presentación de las reformas previas que debemos acometer y de los destinos finales de esas ayudas.

¿Se imagina con qué alegría habrán recibido en Bruselas la ensalada de extrasístoles de la política española con el partido que sostiene al Gobierno empeñado en presentar mociones de censura al este, al centro y al norte, todo ello con la sana intención de dotar de estabilidad a las instituciones, claro? ¿Se imagina con qué alborozo habrán observado en Berlín las andanzas de nuestro vicepresidente que abandona en pleno lío sus responsabilidades comunes para ocuparse de su atribulado destino personal? Por cierto, me da que la encuesta del CIS que conocimos ayer le ayudó mucho a tomar una decisión que le transportará desde las grandes alturas de la vicepresidencia hasta las más modestas de la asamblea madrileña. Del número dos del Gobierno de España, a uno más de los 132 diputados de Madrid. Mucho desnivel para alguien tan soberbio. Mucha modestia para tanta arrogancia.

¿Se imagina el entusiasmo que habrán causado en La Haya los últimos datos de la economía española, con más de cuatro millones de parados y casi uno más en ERTE, con un primer trimestre que volverá a ser de crecimiento negativo, con la deuda disparada y con el déficit de la Seguridad Social triplicado? ¿Se imagina el arrebato que habrán sufrido en Viena al ver las primeras decisiones que adoptamos al incluir en el mecanismo de rescate a una empresa ‘estratégica’ que supone el 0,8% del mercado aeronáutico, que cuenta con una flota poderosa de cuatro aviones alquilados, poco eficientes y extremadamente contaminantes, pero tiene sospechosos enlaces con el extraordinario régimen de Maduro? ¿Se imagina lo bien que habrá sentado en Copenhague ver a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, de honda raigambre comunista y declarada oposición al Pacto de Toledo, adelantar en el escalafón a la principal interlocutora europea, la ministra de Economía, Nadia Calviño?

Pues son todos esos quienes tienen que ‘soltarnos’ los 140.000 millones que esperamos. Si lo hacen, así sin más, no es que sean buenos, es que son tontos. De remate.