Se ha llegado a llamar torturadores a los magistrados del Supremo; un torpedo en la línea de flotación de una institución que hasta ahora ha sido diana de todas las iras nacionalistas. ¡Que vuelven los fachas, los de la caverna! Cuando para defender a un juez se desacredita uno de los pilares del cuerpo judicial se pone en riesgo el sistema constitucional.
Tan ideologizada está la causa que abanderan los partidarios de que el juez Garzón no se siente en el banquillo que, por lo visto, no importa de qué se le acusa al magistrado sino quiénes se han atrevido a hacerlo. El foco de atención se centra en los acusadores «ultraderechistas» que, vaya por Dios, no están ilegalizados y ahora que arrecia la tormenta, los sindicatos que claman por la «libertad y la democracia» en la España del 2001, se percatan de ello.
Pero como se da la circunstancia de que el juez Varela es un fundador de la asociación progresista Jueces para la Democracia, entonces los reparos se desvían hacia la inquina personal. Una «enemistad manifiesta» contra el juez estrella quien sabe algo, por cierto, de rivalidades personales y venganzas intransferibles, como le afeó la magistrada Margarita Robles, en su momento, al recordar que Garzón debió inhibirse cuando investigó a sus antiguos compañeros de gobierno en el caso Gal.
El acto mitin fiesta en el que compartieron escenario UGT, CC OO y el ex fiscal Jiménez Villarejo, en donde se llegó a llamar torturadores a los magistrados del Supremo, fue un auténtico torpedo en la línea de flotación del alto tribunal. Una institución que hasta ahora ha sido la diana de todas las iras de las fuerzas nacionalistas. De repente es para una parte de la clase política como el doberman. Que vuelve la derecha, los fachas y los de la caverna. Un miedo que atizado como el fuego puede movilizar una llamarada de votos. Pero se trata de un juego muy peligroso. Cuando para defender a un juez se intenta desacreditar uno de los pilares básicos del cuerpo judicial se está poniendo en riesgo el sistema constitucional.
Garzón tiene quien le defienda, incluso hasta el propio presidente Zapatero que ponderó, con razón, la trayectoria de este magistrado en la lucha contra ETA. Pero se da la circunstancia de que a Garzón no se le juzga por su papel en la lucha antiterrorista sino por investigar una causa prescrita para la que no tenía competencia.
No existe precedente de un movimiento de presión tan brutal contra la más alta institución de la Justicia. Pero con tal de extraer réditos políticos algunos son indiferentes a las consecuencias.
Tonia Etxarri, EL DIARIO VASCO, 14/4/2010