ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 01/12/14
· Llama la atención el doble rasero con el que se mide a los corruptos dependiendo de su filiación.
De todo el auto de fe protagonizado por la sociedad española en este intento tardío de acabar con el latrocinio perpetrado por la clase política (no todos los representantes de esta dignísima actividad, desde luego, pero muchos más de los que quieren reconocer los responsables de limpiar la casa), llama poderosamente mi atención el doble rasero con el que se mide a los corruptos dependiendo de su filiación. Un embudo que se estrecha de izquierda a derecha en buena parte de la opinión pública, y desde luego de la publicada y emitida, de manera que la condena mediática dictada contra un ladrón acaba siendo inversamente proporcional a su «progresía». ¡Curioso!
Resulta sorprendente que, habiendo en Podemos tanto Torquemada empeñado en prender hogueras, ni una sola voz haya pedido que se investiguen las cuentas de esa sociedad «cultural» propiedad de Pablo Iglesias, reconvertida posteriormente en productora de televisión, que facturó cientos de miles de euros a pesar de no tener, supuestamente, ánimo de lucro, al menos a efectos fiscales. Tampoco inspira mucha curiosidad a estos autoproclamados flagelos de la «casta» la generosa beca mensual de 1.800 euros diseñada a la medida de Íñigo Errejón para que investigara el problema de la vivienda en Andalucía mientras hacía campaña por su partido en Madrid. Y cuando se pregunta a los inquisidores de nuestro tiempo por las andanzas de la familia de Tania Sánchez en el Ayuntamiento de Rivas, su asombrosa fortuna con las viviendas de protección oficial o la cuantía de los contratos adjudicados dentro del clan, su mejor defensa es matar al mensajero tildándole de «machista». ¡Feo!
Por aquello de que «el dinero público no es de nadie», los miles de millones sepultados en los ERE fraudulentos de Andalucía no parecen incomodar en exceso las conciencias de los ciudadanos más directamente afectados, si hemos de hacer caso a las encuestas. A los votantes socialistas les repugnan, con toda razón, la trama Gürtel o las tarjetas «black» de Cajamadrid, pero se muestran comprensivos con los fondos desviados a ese gigantesco criadero de reptiles sobre el que trata de arrojar luz la juez Alaya. Algo similar sucede en el caso catalán, aunque allí el sesgo ideológico no responde al eje izquierda-derecha, sino a la llamada de la tribu: El grito de «¡España ens roba!» encuentra mucho más eco en los medios y en el imaginario colectivo que el de «Pujol nos ha robado durante años», por más que el segundo sea verdad y el primero una consigna hueca. El victimismo llega al extremo de servir de mortaja triunfal a Mercé Pigem, esa vocal del Consejo General del Poder Judicial nombrada a propuesta de CiU y forzada a dimitir después de ser descubierta trayendo 9.500 euros en billetes desde Andorra, quien denuncia, sin rubor, sufrir una persecución política. ¡Patético!
Bien es verdad que tampoco el PP ha contribuido a la regeneración como habría debido imponer su holgada mayoría absoluta, lo cual, por cierto, sumado a otros incumplimientos, le está pasando una factura de más de tres millones de votos a tenor de los sondeos. Parece que el electorado popular es más escrupuloso que otros con la apropiación de lo ajeno por parte de los administradores, acaso porque fue precisamente la clase media, la gran esquilmada en esta orgía de derroche y corrupción, la que otorgó a ese partido el formidable cheque en blanco que constituyen 186 diputados. Esa misma gente, la pagana de la fiesta, arde de indignación. Yerra el tiro, sin embargo, quien busque justicia y decencia en los Torquemadas abrasados de la izquierda extrema. Visto lo visto, puestos en disposición de trincar, lo harían sin remordimientos.
ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 01/12/14