Miquel Giménez-Vozpópuli
Está desplegado en ocho municipios además del Valle de Arán, ha desinfectado locales en Sabadell y en Barcelona. Pero las residencias de ancianos no reciben su auxilio porque Torra no da el permiso
El Ejército está desplegado en ocho municipios además del Valle de Arán, ha desinfectado locales en Sabadell y en Barcelona. Pero las residencias de ancianos no reciben su auxilio porque Torra no da el permiso. Los responsables de dichas residencias habían lanzado un SOS a la Generalitat. Nadie se preocupó jamás de considerarlas como algo más que pura hostelería, como esos hospitales privados crecidos al amor el lucro que, por tener habitaciones individuales con televisión de plasma, hacen creer a sus paganos que estarán mejor atendido. Y no. Son los aparatos, señores, el personal cualificado y la experiencia médica lo que califica a un centro y no si el sofá es de piel.
En el caso de esos asilos, porque me resisto a eufemismos en esta hora difícil, eran sus propietarios los que con mayor o peor fortuna los dotaban de asistencia sanitaria. Lo que es evidente es que una tragedia como la que vivimos no era previsible y todo el personal que trabaja cuidando de nuestros mayores se ha visto desbordado a la que el virus maldito empezó a cebarse en internos y en ellos mismos. El Govern, como suele hacer con todo lo que no sea reclamar con lágrimas de cocodrilo a esa España que tanto odian la libertad de los separatistas golpistas, no hizo nada. Se dirigieron, pues, a nuestras fuerzas armadas, como tantos y tantos alcaldes, incluidos separatistas. Y la respuesta no se hizo esperar. La UME estaba dispuesta a cumplir con su deber, pero la Generalitat bloqueó su labor. Como lo leen.
Seamos claros: el Govern, presa de un odio que mata el alma y ya vemos que el cuerpo, ramonea con la ayuda de los militares. Y, como es propio de esta gente, mientras los abuelos van cayendo, ha iniciado negociaciones -¡negociaciones!– con la Delegación del Gobierno a través del Departamento Catalán de Trabajo, Asuntos Sociales y Familia. Negociaciones, insistimos, cuando lo único que debería hacer si les quedara un átomo de humanidad sería dar paso franco a la UME. Se escudan, que es lo único que saben hacer, diciendo que ya les han permitido desinfectar diecisiete residencias. Como si las vidas humanas que podrían salvarse si el ejército entrase en esos establecimientos fuese una cuestión de cupos.
El conseller del asunto, apúntense el nombre, Chakir El Homrani, aduce que no sabe cuál es el plan de actuación del ejército, dice que se lo envíen y que cuando se reúnan ya verá. Mientras tanto, la delegada del gobierno, Teresa Cunillera, la que está a favor de indultos, argumenta que está hablando con ministerios varios a ver si logra que se pongan de acuerdo. El puñetero diálogo, se conoce. Pero mientras ellos bailan ese minué diabólico, los internados en residencias y quienes los cuidan siguen expuestos al coronavirus, con los ojos abiertos de estupefacción y horror ante la inercia de quienes gobiernan Cataluña y España.
A estas alturas a nadie se le escapa que es en esas residencias donde la enfermedad está atacando más implacablemente, puesto que nuestros ancianos son población de riesgo máximo. Tampoco es baladí señalar que ni hay material de protección para los profesionales que allí trabajan ni más esperanza que la de rezar aquellos que tengan fe. ¿Y que hace Torra mientras da o no da el permiso? Leer en la abundante biblioteca que se encuentra en su residencia de Palau. Eso nos decía, alabando las bondades de un libro de Pompeu Fabra, el padre de la gramática catalana moderna, que alababa públicamente por no conocerlo y ser tan clarificador. Igual que los de la Plataforma per la Llengüa que citábamos ayer.Aquí lo importante es el catalán, y lo demás son minucias. Porque la culpa la tiene España y no se hable más.
Estos que ahora repudian las ayuda del ejército, que además de lo expuesto ha organizado en tiempo récord hospitales de campaña en mi tierra, tienen al menos un mérito que nadie podrá negarles. Nos muestran abiertamente, por si existía alguna duda, que su república catalana sería un lugar en el que el presidente estaría confortablemente atendido y cuidado en su cuarentena, leyendo libracos, tan feliz, mientras los débiles perecerían por culpa del sectarismo de sus dirigentes políticos.
Todo son sonrisas, amor, democracia y justicia, como podrán comprobar. Dios mío, cuánta vileza.