Santiago González-El Mundo
En Cataluña es tradición exaltar a los alcaldes de pueblo hacia las más altas magistraturas. Un suponer, Roger Torrent, que ocupó la Alcaldía de Sarriá de Ter en toda su vida laboral, porque no se le conoce otra forma de ingresos que lo público. Su antecesora, Carme Forcadell, había sido concejal desde 2003, sin otro training que el activismo político.
De menos nos hizo el Señor. La vez anterior que ERC puso al presidente fue el jardinero Benach, lo más parecido a míster Chance que pudieron encontrar, pero sin la gracia de Peter Sellers. Dos legislaturas.
La actuación más destacada de Torrent fue la imposición de una multa de 900 euros a un vecino que quiso hacer cumplir la Ley de Banderas en la fachada del Ayuntamiento. El 7 de noviembre fue uno de los tíos de la vara, uno más de los 200 alcaldes separatistas que viajaron a Bruselas a rendir homenaje a Carles Puigdemont.
El caso es que el miércoles pasado, festividad de San Antón, el nuevo presidente del Parlamento tomó posesión del cargo. Hizo un discurso de circunstancias que fue ponderado por doquier. El PP lo calificó de esperanzador y un cambio respecto a Carme Forcadell, en contra de lo que manifestó Roger Torrent el mismo miércoles al manifestar que «hay (en mí) una continuidad evidente con la presidenta Forcadell».
En su discurso, que sólo podía ser moderado por comparación con el que, fuera de sitio, de tono y de madre, pronunció Ernest Maragall. Después de que el presidente de la Mesa de Edad hiciera su pronunciamiento supremacista y totalitario («este país será siempre nuestro») era lógico que pudiera parecer componedor y de buen rollito el «quiero contribuir a coser la sociedad catalana», prueba evidente de lo mal que usan las metáforas nuestros políticos. Como acertó a aclararle Luis del Val, «se puede coser lo descosido, no los desgarrones».
Hay una diferencia entre los discursos inaugurales de Torrent y su antecesora. Mientras ella remató el suyo con un «Visca la democràcia, visca el poble sobirà i visca la república catalana!», él, más contenido, se conformó con «Visca la democracia, visca Catalunya!». Era más propio el escepticismo de Inés Arrimadas que el optimismo sin fuste del PPC. (Estuvo más racional y prudente Soraya Sáenz de Santamaría en su entrevista con Herrera).
Es verdad que Roger Torrent no invocó la república, pero no es menos cierto que en ningún momento hizo la menor alusión a que estuviese dispuesto a cumplir la ley y a hacerla cumplir, no se puede tener todo. Torrent empezó ayer a reunirse con los grupos, empezando por En Comú-Podem y el PSC, el partido en el que militó Maragall la mayor parte de su vida.
No sabe si se tendrá que reunir con el Rey, pero parece que no descarta viajar a Bruselas a ver a Puigdemont, en lo que sería un gesto de obsecuencia sin precedentes del Poder Legislativo hacia lo que ni siquiera forma parte de ningún Poder Ejecutivo. En tal caso se habría ganado un título que me está bailando desde el miércoles: Torrent, el braz tont del Parlament.