EL CORREO 24/04/14
ALBERTO AYALA
· El PNV insiste en poner sobre la mesa conceptos y modelos para no aclarar qué nuevo estatus quiere
· No existe ningún Estado confederal puro en el mundo. Suiza se llama así, pero en la práctica es un Estado federal
La política, sobre todo en democracia, debiera ser sinónimo de claridad. Ideas sencillas y propuestas nítidas para que el ciudadno elija luego con criterio en las urnas. La práctica dista mucho de semejante ideal.
El debate sobre el nuevo estatus político abierto en Euskadi a instancias del PNV si de algo adolece, de momento, es precisamente de claridad. Los jeltzales no quieren destapar sus cartas. No hasta después de mayo de 2015. Para entonces ya se conocerá el desenlace de los procesos soberanistas de Escocia y Cataluña, y se habrán renovado ayuntamientos y diputaciones.
Pero una vez abierto un melón así resulta complicado sustraerse a probarlo. La dinámica política y la presión mediática obligan a poner sobre la mesa píldoras. Es lo que le está ocurriendo a un PNV que, aunque dice rehuir las etiquetas, no ha dudado en poner en circulación algunas.
Así, de momento sabemos que los jeltzales aspiran a una relación política bilateral de igual a igual entre Euskadi y el Estado, similar a la que caracteriza las económicas gracias al Concierto. Que la teoría confederal es la música que mejor les suena. Que miran con ojitos los modelos políticos de Suiza y Estados Unidos. Y que para ellos resulta irrenunciable el reconocimiento del derecho a decidir del pueblo vasco.
Semejante ‘tótum revolútum’, lejos de resultar clarificador, no permite visualizar con nitidez el final del camino al que aspira Sabin Etxea. Para este momento histórico se entiende. De su aspiración última hay menos dudas. Está en los genes del partido: que la gran Euskadi sea una estrella más en Europa, como lo son hoy España o Francia.
La teoría política no es una ciencia exacta como las matemáticas. Algunos conceptos resultan discutibles. Y no digamos ya ciertas realidades. Aun así, existe un amplio consenso en que hoy no existe ningún Estado confederal puro en el mundo. Suiza se llama así, pero en la práctica es un Estado federal.
El último intento por alumbrar una confederación tuvo lugar en los años 90. No prosperó. Fue la Comunidad de Estados Independientes (CEI), que agrupó a diez de los antiguos Estados miembros de la Unión Soviética, tras su voladura política. Si pudieron poner en marcha el fallido ensayo hacia la formación de una confederación fue porque previamente habían recuperado la independencia, y con ella la soberanía.
No parece demasiado realista tratar de llevar el final del debate vasco en esa dirección. Ni por lo confederal. Ni por la demanda de traspaso de una parte de la soberanía que ostenta todo el pueblo español al vasco.
Queda por ver si a partir de la oferta federal, la de momento vaga oferta federal planteada por el PSOE como alternativa al órdago catalán –y a la progresiva voladura de su partido hermano, el PSC–, es posible algún punto de encuentro. De los socialistas con el PNV. Y, lo que todavía parece más complicado, de ambos con el PP. Sería una sorpresa que la izquierda abertzale se moviera de la demanda independentista.
El acuerdo, si llega, producirá un Estado político ‘oficialmente’ asimétrico. Resalto lo de ‘oficial’ porque en la realidad ya lo es, por mucho que chirríe la palabra en no pocos oídos. Y es que nada tienen que ver Euskadi y Navarra con otras comunidades desde un punto de vista competencial, dado que poseen haciendas y policías propias. Pero es que tampoco el poder político de Cataluña es el mismo que el de Murcia. Ni todas las comunidades demandan el mismo traje.
Sí. El abrigo es aquí una prenda imprescindible. En Canarias no diré que se trata de una excentricidad, pero resulta, digamos, que prescindible.