Jon Juaristi-ABC
- ¿Sirvió para algo ETA? Un documental de Jon Viar desvela convincentemente a quién y para qué sirvió
En 1969, el estudiante bilbaíno Iñaki Viar Echevarría, de veintidós años, fue detenido por la colocación de una bomba en el subsuelo de la Bolsa de Bilbao. El artefacto, apenas un petardo, no estalló, pero un consejo de guerra condenó a Viar, en el contexto del famoso Proceso de Burgos de 1970, a veinte años de prisión. Cumplió nueve en los penales de Burgos y Segovia y salió en libertad por la aplicación de la Amnistía de 1977. Terminó Medicina y se especializó en Psiquiatría. Además de trabajar hasta su jubilación en la sanidad pública, ha sido profesor en la Universidad del País Vasco. Fue uno de los fundadores del Foro Ermua y ha difundido a través de artículos y conferencias en foros internacionales la verdad acerca del terrorismo etarra. Está casado con la periodista Chelo Aparicio. Ambos han sido amenazados y perseguidos por ETA durante muchos años.
El hijo de ambos, Jon Viar, nacido en 1985, actor, realizador y profesor de la Escuela de Arte Dramático de Valladolid, acaba de presentar en la Semana Internacional de Cine de dicha ciudad, el largometraje Traidores, un documental sobre su padre y otros cinco septuagenarios, militantes de ETA en los años sesenta del pasado siglo, que sufrieron prisión bajo el franquismo y defendieron la democracia constitucional desde los orígenes de la Transición, atrayéndose así, por alta traición, el acoso y amenazas de muerte por parte de ETA y sus seguidores. Uno de estos traidores a la «causa del pueblo vasco» es, por ejemplo, el periodista Teo Uriarte, condenado a muerte en el mismo Proceso de Burgos.
El documental de Jon Viar, que diversos medios han comparado con El desencanto, de Jaime Chávarri (1976), no tiene demasiado que ver, a mi juicio, con este último. Posee, sin duda, una gran calidad y una coherencia moral que va fraguándose a lo largo del diálogo entre los principales personajes del relato, el director de la película y su padre. El psiquiatra Viar desmonta el fundamento de la novela familiar del abertzalismo, o sea, la falacia de la opresión nacional de los vascos y de su lengua por España. Lo hace con eficacia no exenta de momentos emotivos y dolorosos que reduce a una racionalidad sin concesiones, aunque todo esfuerzo racionalizador resulta redundante. El espectador contempla pasmado la historia de seis adolescentes más bien pijos de la clase media urbana de Bilbao y San Sebastián, alumnos de colegios religiosos, de jesuitas o del Opus Dei, de misa diaria los más de ellos, que a mediados de los años sesenta deciden que su pueblo (y la lengua que cinco de ellos no hablan) se extingue y que hay que tomar las armas para impedirlo, matando o inmolándose como si fueran yihadistas.
¿Por qué y para qué? ¿Sirvió para algo tanta estupidez? Sí, responden los dos Viar. Sirvió a la causa del nacionalismo vasco, no a la de pueblo alguno. Ni a la de lengua alguna, y, menos que a nada, a la causa de la libertad.