- Ahora se entiende ese «¿cómo me recordará la Historia?» de Sánchez. Lo que realmente se preguntaba era «¿descubrirán algún día cómo soy realmente?».
Hombre, no vamos a llevar al Congreso un proyecto de Presupuestos para hacer perder el tiempo a los parlamentarios y a los ciudadanos. Lo ha dicho Pilar Alegría muy sonriente, como si nos estuviera preguntando si queremos más café.
Hace unas semanas, Iván Redondo, extinto gurú de Pedro Sánchez, también alertó contra la presentación de un proyecto de Presupuestos al que llamó «una emboscada».
Eso son las normas democráticas para el sanchismo: una emboscada y/o una pérdida de tiempo.
El caso es que nuestra Constitución no estaba preparada para esto. Es cierto que establecía los controles y contrapesos habituales, pero no estaba preparada para el desembarco en el Gobierno de una cuadrilla de facinerosos, dispuestos a enriquecerse y a hacer trampas.
Cuando aún estaba en la oposición, Sánchez tenía en su despacho una foto de Kennedy en Múnich con Willi Brandt y Konrad Adenauer. Pero la foto del sanchismo se parece más a Rufufú o a Atraco a las tres: muestra a Sánchez, Ábalos, Cerdán y al portero de un puticlub, todos ellos con aspecto un tanto macarra, mientras recorren España en un Peugeot.
Era todo un aviso. Pero claro, no lo sabíamos.
Hoy se han reunido en Waterloo dos personas víctimas de un similar delirio xenófobo. Ambos nacieron en España y vivieron en una democracia, pero se sueñan miembros de un pueblo ancestral y oprimido.
Uno de ellos rompió la convivencia pacífica, dio un golpe de Estado, huyó y ahora no puede volver porque sería detenido.
El otro pertenecía a una banda que asesinaba españoles.
Son, por decirlo suavemente, gentuza. Ambos tienen el objetivo común de disolver España, y se han reunido en Bélgica para estudiar la oportunidad que el destino les ha puesto en la forma de Sánchez. Saben que está dispuesto a disfrutar hasta el último momento de las ventajas de gobernar España incluso a costa de deshacerla.
La Constitución no estaba preparada para que llegara al poder una turba de malhechores, pero desde luego ninguna comunidad está preparada para ser dirigida por sus enemigos.
La prueba de esfuerzo a la que está sometida la democracia española es enorme, y quizás lo único bueno es que, si salimos de esta, demostrará ser indestructible.
De momento no se ve claro el desenlace, y la pregunta que tenemos ahora que hacernos es: ¿cuál es la respuesta democrática ante un adversario que no para de hacer trampas? O eso, o nos resignamos a reducir la democracia a un juego de truhanes que maneja a votantes estabulados.
En fin, ahora se entiende ese «¿cómo me recordará la Historia?» que Sánchez espetó a un desconcertado Maxim Huerta. Lo que realmente se preguntaba era «¿descubrirán algún día cómo soy realmente?».
Y la respuesta es sí: ahora ya es bien conocido en España, y empieza a serlo en Europa.
No es de extrañar que Sánchez no pueda salir a la calle, porque si hay algo que el sapiens tolera mal es el abuso de poder por parte del macho alfa.