Juan Van-Halen-El Debate
  • La próxima trampa al Rey se enmarcará en la apertura del Año Judicial el próximo día 5 en el Tribunal Supremo, presidida por Felipe VI. La presidente del CGPJ y del Supremo, Isabel Perelló, presentará la memoria de su institución y el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, leerá la suya

Acaso una de las virtudes destacables de Felipe VI sea la paciencia, que junto a la fortaleza y la templanza configuran las consideradas virtudes cardinales que guían el comportamiento humano. Con lo que está cayendo, el Rey precisa singularmente esas tres virtudes que suponen: capacidad de espera, superación de obstáculos, y autocontrol.

Pocos antecesores suyos se han enfrentado a las circunstancias que afronta Felipe VI. Muchas de ellas consentidas –o indirectamente inducidas– por un Gobierno que, para sobrevivir, se apoya en quienes, abiertamente radicales, se declaran activos republicanos. Las ofensas al Rey nunca tienen respuesta. Hace poco en las fiestas de Amer se colgó una gran lona con la figura del Rey boca abajo, y ya en las de Villanueva y Geltrú, aparecieron pancartas similares. Y cartelones en la plaza de Cataluña, en las Ramblas… Acá y allá se queman fotos suyas y se apalean muñecos con su efigie. En un pleno parlamentario catalán una portavoz independentista rompió una foto del Rey con «los catalanes no tenemos Rey» como colofón. Y no ocurre nada. Los delegados del Gobierno, calladitos. Y los jueces no inician procedimientos de oficio. La socorrida libertad de expresión lo tapa todo cuando le interesa al poder. Hechos impensables en cualquier otra Monarquía europea.

Los feos protocolarios de Sánchez al Rey no son ya noticia, ni sus enfados cuando Felipe VI toma decisiones, incluso sobrevenidas, que le disgustan. Los desencuentros se dispararon desde el patético episodio de Paiporta: Sánchez huido rodeado de escoltas y los Reyes con la gente. En sus visitas a víctimas de incendios iban acompañados por un miembro del Gobierno; Sánchez, en Andorra, de vacaciones ampliadas. Desde su egocentrismo se siente superior a todos y a todo.

Se han sucedido situaciones tensas como conmemorar, y de qué forma, el medio siglo de la proclamación de Juan Carlos I el 22 de noviembre, con la asistencia o no del Rey padre. Y, antes, la ausencia oficial española en la reconstruida catedral parisina de Notre Dame, y el intento de comprometer a la Corona en actos ideológicos del cincuentenario de la muerte de Franco. Las trampas al Rey son evidentes. Y Sánchez se escuda en Felipe VI cuando le conviene.

El Rey ha aceptado presiones a veces dolorosas. Así cuando la entonces vicepresidente Carmen Calvo exigió en Zarzuela alejar de España al Rey Juan Carlos. Dura decisión para un hijo sobre su padre del que recibió la Corona. Es un asunto no cerrado. Don Juan Carlos, aunque quieran olvidarlo, fue artífice del cambio democrático. El exilio, inteligentemente, lo entendió. Los jovenzuelos de la nueva política zurda no lo asimilaron; consideran antediluviana la Transición. Además, leen poco; sólo su catón.

Sánchez acaba de delegar en Bolaños los despachos habituales con Felipe VI, que a menudo ya no cumplía, iniciados tras aprobarse la Constitución y amparados en su artículo 56.1. Para «moderar y arbitrar el funcionamiento regular de las instituciones del país» se entendió que el Rey debía estar suficientemente informado por el Gobierno. La sorprendente delegación de Sánchez en Bolaños es otra evidencia del desencuentro.

Hay también errores propios, como prohibir, aparentemente por Zarzuela, la publicación en España de Reconciliación, las memorias del Rey padre en conversaciones con la escritora francesa Laurence Debray. Decisión inútil. El libro se publicará en Francia y en Inglaterra y se reflejará en las publicaciones nacionales y desde el morbo de su prohibición; no hay nada más atrayente que lo prohibido.

Como las historias se entrecruzan, Laurence Debray es hija de aquel Regis Debray de mi juventud, amigo de Fidel, autor de ¿Revolución en la revolución? que leímos a través de París. Debray acompañó a ‘el Che’ en su aventura guerrillera en Bolivia. Como el dirigente cubano le consideró miedoso, le alejó. Fue detenido por el Ejército boliviano, le apretaron y confesó el lugar del campamento de ‘el Che’ que fue apresado y casi inmediatamente asesinado. Una historia cuyos detalles todos negaron entonces.

Su hija, Laurence Debray, se atemperó políticamente. Hacía años que se había declarado admiradora de Don Juan Carlos. En su habitación de jovencita colocó la foto del entonces Rey; su padre la cambió por una de Mitterrand; para la chica no había color. Le dedicó su tesis, un documental y escribió su biografía. Para preparar las memorias pasó un tiempo en Abu Dabi, trató a la familia y amigos cercanos, le acompañó en regatas y viajes. Crecía su influencia y la de su marido Émile Servan-Schreiber, también hijo de famoso.

La próxima trampa al Rey se enmarcará en la apertura del Año Judicial el próximo día 5 en el Tribunal Supremo, presidida por Felipe VI. La presidente del CGPJ y del Supremo, Isabel Perelló, presentará la memoria de su institución y el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, leerá la suya. Aquí la trampa. El protocolo situará a Felipe VI junto a García Ortiz, procesado, que habrá de sentarse pronto en el banquillo del Supremo acusado de revelación de secretos. Qué papelón para el Rey.

El procesamiento de un fiscal general del Estado es inédito en España. El Supremo refrendó al juez Hurtado y desestimó el recurso de García Ortiz. Pesó la destrucción de pruebas por el procesado; numerosos mensajes y llamadas. Sánchez le impidió dimitir. Como Conde-Pumpido, es otra barrera de contención para Sánchez. He escrito alguna vez que la Monarquía y el Rey están en el punto de mira. Desearía equivocarme.

  • Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando