José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Trapero no deja a nadie indiferente. Proyecta una imagen críptica e impasible y de gravedad permanente, pese a su conocido guateque con Puigdemont en casa de Pilar Rahola
Podría parecer insólito que estando imputado por tal delito haya sido llamado a testificar en el proceso de rebelión contra nueve dirigentes políticos y sociales independentistas y otros tres a los que se les acusa de desobediencia y malversación. No es habitual, desde luego. Por eso, el testigo tendrá derecho a contestar solo a lo que considere procedente pero a no hacerlo si la respuesta podría comprometerle en la causa que tiene pendiente.
La declaración testifical de Trapero, por eso, puede ser brevísima o larga, dependiendo de la estrategia de defensa que haya diseñado con su letrado. Pero de cualquiera de las maneras, este policía romperá el ‘share’ de la audiencia del juicio oral que, según una encuesta de Metroscopia publicada el pasado lunes en los periódicos regionales de los grupos Henneo y Joly, está siendo seguido por más ciudadanos de los que podría pensarse.
Y hoy —esta mañana— el presidente de la sala tendrá un especial protagonismo con la declaración de Trapero, porque, además de instruirle, tendrá que amparar al que fuera mando policial de preguntas impertinentes y hacer valer su derecho a callar, aunque lo que se le pregunta resulte pertinente, si el testigo considera que podría perjudicarle en la causa que tiene pendiente en la Audiencia Nacional.
Serán preguntas incisivas, porque el coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, director técnico del despliegue policial el 1-O, José Antonio Nieto, secretario de Estado de Seguridad durante los hechos que se enjuician y Enric Millo, entonces delegado del Gobierno en Cataluña, atribuyeron, con mayor o menor énfasis, a Josep Lluís Trapero un comportamiento desleal y renuente. Responsable, en buena medida, de que los Mossos no colaborasen abiertamente en impedir el referéndum ilegal.
Trapero podría aclarar también otro extremo importante: ¿aconsejó a Puigdemont desconvocar la consulta ilegal para evitar incidentes? Sus colegas Manel Castellví y Emili Quevedo aseguraron que ellos advirtieron al expresidente de la Generalitat de lo que podía ocurrir —y terminó ocurriendo—, y ahora habría que saber si lo hizo también el máximo responsable operativo de la policía catalana.
La respuesta de Trapero —si contesta afirmativamente— será de relevancia porque delataría que el Gobierno de Cataluña actuó de forma temeraria (por decirlo de manera que evite cualquier calificación jurídico-penal) durante la jornada del 1-O. Por otra parte, Trapero podrá aclarar las razones de su malestar —competencial y personal— con el coronel Diego Pérez de los Cobos y en qué medida cumplió e hizo cumplir a sus subordinados la orden judicial de impedir el referéndum de autodeterminación. La gravedad de las cuestiones que se le plantean a Trapero es enorme, tanto si las contesta como si da la callada por respuesta.
El que fuera ‘major’ de los Mossos d´Esquadra es un hombre controvertido. Para muchos catalanes, es el ‘héroe’ en la gestión policial de los atentados de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils (todos los terroristas acabaron abatidos por la policía autonómica). Para otros muchos, en Cataluña y en el resto de España, Trapero es la viva imagen de un ‘converso’ al independentismo y desleal con el juramento de cumplir con la Constitución y las leyes.
Trapero, en todo caso, no deja a nadie indiferente. Tiene un aire ligeramente cinematográfico, proyecta una imagen entre críptica e impasible, le afecta en el rostro una gravedad permanente, pese a su conocido guateque con Puigdemont en casa de Pilar Rahola en Cadaqués en agosto de 2016. Las imágenes de aquel encuentro veraniego muestran al expresidente de la Generalitat (el “procesado rebelde”, como bien insiste el fiscal Javier Zaragoza), guitarra en mano, en compañía, entre otros, de Trapero, que entonó ‘Paraulas d´amor’, de Serrat.
Aquellas imágenes causaron estupor en su momento por el extraño compañerismo del entonces comisario jefe de los Mossos (no fue su ‘major’ hasta abril de 2017) que fue quien cocinó la paella para los presentes, mientras Puigdemont, en pantalón corto, rasgaba las cuerdas del instrumento. Fue un episodio insólito, fuera de cualquier registro habitual en la relación entre políticos y funcionarios.
Aquel encuentro marcó a Trapero; también la gestión de los atentados yihadistas de agosto de 2017 y, por fin, su oscura gestión del 1-O, que es la que se trata de dilucidar. El conjunto de circunstancias que concurren en este testigo —cuya declaración puede ser o banal o determinante— hará que el ‘share’ de la retransmisión del juicio oral se convierta en el propio de un ‘prime time’ de una televisión comercial.