Javier Rupérez , EL IMPARCIAL 24/11/12
El alto el fuego que egipcios y americanos han negociado para detener la escalada bélica entre Israel y los miembras de Hamas en la franja de Gaza es una buena noticia. Nadie tiene la seguridad de que el cese de las hostilidades sea definitivo —al fin y al cabo no es el primer alto el fuego acordado y luego violado entre palestinos e israelíes- y pocos son los que confían que el acuerdo marque el retorno a la mesa de negociaciones para encarar la solución completa del conflicto, pero en un mundo donde desgraciadamente suele primar la utilización de la violencia, un éxito de la diplomacia, por parcial que resulte, debe ser saludado con satisfacción y alivio.
Egipto, ahora regido por una mayoría parlamentaria perteneciente a los Hermanos Musulmanes y presidido por uno de los miembros de la confraternidad, el islamista Morsi, ha jugado en esta ocasión un positivo y prometedor papel. Bajo la mirada atenta de la Secretaria de Estado americano., Hillary Clinton, ha mostrado que su cercanía religiosa a los de Hamas —organización que como se sabe sigue siendo considerada terrorista tanto por los Estados Unidos como por la Union Europea- no le impedía atender sobre todo a los intereses nacionales y regionales por encima y mas allá de cualquier solidaridad ideológica. Si el comportamiento del gobierno cairota fuera la norma de su conducción futura cabria albergar la esperanza de que los intereses de Hamas, y consiguientemente los de su patrocinador iraní, no fueran los que marcaran la conducta egipcia en la incierta era del post-Mubarak.
Por el momento, y a pesar de temores en contrario, Egipto no ha denunciado los acuerdos de paz con Israel y parece dispuesto a cortar con energía los suministros bélicos que, en su mayoría procedentes de Irán, llegan a Gaza a través de los túneles excavados por los terroristas islámicos en la frontera con la Franja y con el Sinaí. Ha sido precisamente la firmeza y la equidistancia, aliadas con un preciso entendimiento de los intereses nacionales, los que han permitido a Morsi jugar el papel clave de intermediador, con el provisionalmente feliz resultado así alcanzado. Que duda cabe que con ello reafirma el un tanto decaído papel internacional del país, contribuyendo a reforzar su conocido carácter de potencia regional, seriamente puesto en duda en las incertidumbres de su particular “primavera árabe”.
En el tapete del Oriente Medio, y ya con anterioridad a este último y grave incidente, una nueva partida de cartas parece instalarse. Mientras los petrodólares qataríes cortejan a Hamas, con la evidente finalidad de separar a sus belicosos militantes de la protección iraní, la escisión entre Gaza y Cisjordania, el feudo de Al Fatah, complica las opciones para un eventual arreglo sobre la base de dos estados independientes: son dos, y no bien avenidas, las Palestinas en presencia. El alto el fuego, que inevitablemente ha sido presentado por los de Hamas como un éxito propio y como una derrota israelí, concede renovado protagonismo al movimiento, en demérito del encabezado por el moderado Mahmoud Abbas. La conexión iraní, con sus ramificaciones en el Líbano a través de Hezbollah, sigue armando la vesania anti israelí de los habitantes de la Franja y alimentando los temores de un Teherán nuclear. Y Turquía, antaño tan próxima a Israel, sigue practicando la animosidad que descubrió al patrocinar las flotillas contra el bloqueo del territorio y por boca de Erdogan, su primer ministro, acaba de calificar de nuevo a Israel de “estado terrorista”. No parece que tales excesos políticos y verbales ayuden a conseguir lo que tanto egipcios como turcos persiguen: la supremacía regional. Morsi de momento parece entenderlo mejor que su vehemente colega en Ankara.
De los ocho días de conflicto quedan en la memoria la reforzada capacidad bélica de Hamas, la excelente respuesta defensiva de Israel y la inevitable parcialidad de los medios políticos y mediáticos occidentales a favor de los primeros. Cosa esta de mucha admiración: ¿qué tendrían que hacer los israelíes para explicar que su territorio está permanentemente hostigado por artefactos ofensivos que tienen su base de lanzamiento en la Franja de Gaza? ¿Acaso no se les concede desde occidente la capacidad de defender vidas y haciendas? ¿Cuál es la obscura tentación que alberga en las almas de nardo de la progresía europea y americana para conceder automáticamente la razón en el conflicto a los que tienen como profesión de fe la de destruir al Estado de Israel?
La tregua incluye la realización de negociaciones para normalizar aspectos varios de las relaciones entre Gaza e Israel. Como siempre, está por ver su duración y alcance, la participación en la misma del resto de Palestina y su eventual y hasta ahora incierto carácter de englobar el comienzo del final para la gran negociación pendiente. La experiencia no invita al optimismo pero lo ahora sucedido aporta elementos de esperanza: un Egipto moderado y equidistante, unos Estados Unidos, por primera vez en la administración Obama, comprometidos en la búsqueda de soluciones. Veremos.
Javier Rupérez , EL IMPARCIAL 24/11/12