Juan Carlos Girauta-ABC

Aplácense enfrentamientos sin renunciar a la crítica, sin la que no funcionan ni la ciencia

Una tregua política puede ser razonable siempre que no nos engañemos: algunos no la admiten porque jamás la conceden; es sabido que los estúpidos lo son todo el tiempo. Ahí estableceríamos la diferencia entre el trato que cabe dispensar al Gobierno y el que merece el manicomio nacionalista catalán (los nacionalistas vascos gobernantes serán muy cucos, pero no están locos).

Aplácense enfrentamientos, por tanto, sin renunciar a la crítica, sin la que no funcionan ni la ciencia, como sabemos desde Popper, ni la mínima libertad. Fíjense que Podemos, según se filtró, quería intervenir los medios de comunicación. ¿Qué sociedad sería esa? La única intervención aceptable en los medios es la que ya está en vigor, y que obliga a insertar anuncios relacionados con la crisis sanitaria.

La tregua política, hechos estos matices, debería durar tanto como el estado de alarma, que ciertamente se prorrogará, si es que no vamos al de excepción. Es posible atemperar el clima porque la parte asilvestrada del ejecutivo no tiene en este impasse ningún poder. Las cinco personas que gobiernan de modo efectivo, más allá del lío que tres de ellos se hicieron en su primera comparecencia en común, son por fin conscientes de la gravedad de la situación. La respuesta a la crisis sanitaria, aunque tardía, está estructurada en normas que nos obligan a todos.

Hoy podremos juzgar el lado económico. El desafío es brutal. La crisis de oferta ya se ha solapado con la de demanda y las políticas planificadas antes de la pandemia no sirven. El proyecto de presupuestos pactado con Podemos y los separatistas es pasado, y el realismo impone otro. Uno de crisis.

Los que ya eran vulnerables precisan especiales medidas de protección. Inmediatas. ¿Cuántos de los ciudadanos confinados en sus casas viven solos? ¿Por qué no está desarrollándose con urgencia para toda España la aplicación de la que pronto dispondrán los madrileños gracias a la previsión de Isabel Díaz Ayuso?

Muchos que no lo eran se van a convertir en vulnerables en cuestión de días. Y si el gobierno merece una tregua, el contribuyente aún más: una fiscal. Si no se le concede, las consecuencias perjudiciales nos salpicarán a todos. En cuanto a las empresas, ¿cuántas van a poder sobrevivir a la paralización de la actividad sin una urgente puesta en marcha de préstamos ventajosos a medio y largo plazo, y con un generoso período de carencia? Atinar en este punto es esencial para que el previsible incremento del paro no se desboque. En cuanto a los millones de autónomos, el anuncio de la suspensión de sus cotizaciones ya tendría que haber llegado.

Todo esto requiere un marco muy flexible en la compra de deuda soberana por el BCE, mecanismos internos inmediatos para avalar a las empresas grandes, medianas y pequeñas, además de los autónomos, y, por supuesto, la excepcionalidad, ya anunciada a medias, como nueva norma para el déficit. En la guerra como en la guerra.