Demasiada coincidencia para calificar estos episodios de agresiones como «casos aislados», como hizo la Generalitat. Lo más preocupante es la expresión de tanta ignorancia. ¿Cómo pueden llamarle «fascista» a Rosa Díez? Si los agresores son realmente universitarios, ¿qué están aprendiendo en clase? No deben de sentirse muy orgullosos sus profesores.
Y van tres. Mujeres en los tres casos. Y todavía no ha sonado la campana oficial del inicio de la carrera electoral. Las coacciones para impedir que algunos conferenciantes críticos puedan ejercer su libertad de expresión no son las primeras que se producen en esta legislatura. Vienen de lejos. Está el campo abonado de actos reventados a políticos no nacionalistas. Contra dirigentes del PP, escritores y profesores como Savater, Caja o Espada o Boadella en el mismo recinto catalán donde, sin embargo, pudo expresarse Otegi sin ningún problema.
Pero ciñámonos a la precampaña. En una semana, tres representantes políticas no han podido expresarse en un clima de libertad; como cualquier candidato. Primero, María San Gil (PP) en Galicia, después Dolors Nadal (PP) en Cataluña. Ayer, Rosa Díez (UPD) en Madrid. Demasiada coincidencia para calificar estos episodios de «casos aislados», como hizo la Generalitat cuando los independentistas intentaron reventar el acto en la Universidad Pompeu Fabra.
Y otra fatal coincidencia: en los tres casos las manifestaciones de intolerantes se producen en la universidad, el recinto del conocimiento y la palabra por excelencia. Los boicoteadores del acto de Rosa Díez tuvieron actitudes fascistas (o estalinistas porque decían ser de izquierda) y demostraron estar perfectamente organizados, ya que algunos llegaron a decir que iban a terminar (se supone que impedir que Rosa pronunciara su conferencia) lo que no pudieron hacer con el acto de María San Gil.
Así está el ambiente al culminar una legislatura en la que los pactos del gobierno con ERC y BNG no han servido para atemperar la agresividad de tantos nacionalistas intolerantes. Los de ayer no llevaban banderas independentistas; no. Pero tenían una pancarta que ponía los pelos de punta en la que se recomendaba a los políticos que se suicidaran y cuyo pensamiento intelectual se resumía en la siguiente frase: «La democracia no nos hace libres».
Lo más preocupante, además de la inquietud que despierta una reflexión que acompaña actitudes totalitarias, es la expresión de tanta ignorancia. ¿Cómo pueden llamarle «fascista» a Rosa Díez? Si los agresores son realmente universitarios, ¿qué están aprendiendo en clase? No deben de sentirse muy orgullosos los profesores de estos energúmenos que ni siquiera saben que la democracia sirve para que la libertad de expresión sea un derecho ciudadano que ningún intolerante pueda cercenar.
Rosa, como María o Dolors, sigue con su campaña. Tiene libro autobiográfico, en el que ha colaborado la periodista Chelo Aparicio, y se está dando un baño de contacto con la gente. Como protagonista de su libro y como candidata de UPD. Necesita casi cien mil votos para lograr su escaño en Madrid. Está convencida de que su voz se oirá en el Congreso.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 20/2/2008